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Muerte de un Genocida

(03/07/22 - Lesa Humanidad, Opinión, *Por Hugo Delgado)-.El 2 de Junio pasará a la historia como un día peculiar. Será para las generaciones venideras el día en que, más allá de todas las operaciones e intentos de los socios, cómplices y adherentes ideológicos el más aberrante, inhumeno e inmoral de los criminales de lesa humanidad murió en la cárcel y no en el retiro de la prisión domiciliaria, el genocida Miguel Etchecolatz.

¡Murió Etchecolatz!

No se trata de la muerte de un genocida cualquiera, se trata del emblema, del símbolo inquebrantable de una argentina cruel, demente y sanguinaria que consideraba que a quienes pensaban la humanidad de otra manera, no solo no eran sujetos de derecho, sino que se poseía el derecho a destrozarlos.

Murió el abanderado de las violaciones a mujeres y hombres indefensos; el abanderado de la sustracción de recién nacidos; el abanderado la tortutra como método de placer siniestro, incluso por encima del deforme pretexto de la obteción de información... Murió, en definitiva, una de las lacras más abominables partidas por esta sociedad.

Y su muerte no puede ni debe pasar desapercibida.

Quizás esta muerte tenga hasta más relevancia que la del propio Videla, muerto sentrado al hinodoro mientras defecaba. Porque la del mandamás de la dictadura se produjo en una cárcel militar, entre pares que ses eguían cuadranfdo ante su presencia y la del carnicero bonaerense se produjo en una cárcel común.

Sus hijos putativos ideológicos, la misma derecha que pide pena de muerte para los ladrones de celulares y castración para los violadores se frustró una y otra vez tratando de obtener su impunidad. Primero cuando intentó aplicar el dos por uno; luego cuando intentó otorgarle domiciliarias y finalmente el chacal bonaerense murió en la cárcel.

Algunos podrán pensar que estas líneas destilan revanchismo. Son los mismos que piden mano dura y 'que se pudran en la cárcel' cuando les roban el kiosco. Sin embargo estas líneas solo pretenden demostrar, en blanco sobre negro, la satisfacción que como ciudadano se siente de que, pese a los notables intentos de los sectores prodictatoriales del poder judicial, esos que juegan a la política de la mano de la 'derecha moderna' y abusan del law fare, el peor, el más aberrante de los genocidas murió en la cárcel.

¡En una cárcel común!

Seguramente murió aferrado a su inmenso crucifijo, un crucifijo con un Jesús ausente, esperando de esa cruz y la iglesia detrás de ella el (¿perdón?) reconocimiento. Y diferencio las cruces, porque la iglesia de Etchecoplatz no es la del Cristo; su iglesia es la de la inquisición, esa iglesia intolerante, criminal y autoritaria que disfrutaba abusando del poder y la tortura.

A esa iglesia adhería Etchecolatz, como todos los mosntruos de mentes deformes que lo acompañaron en el Proceso de Reorgnación Nacional. Los que usaban uniformes, los que usaban capuchas y los que usaban escritorios, financiando la masacre como sus parientes allende los tiempos financiaron la de la conquista del desierto de Roca.

¡Murió Etchecolatz!

El único militar respobsable de una desaparición por motivos políticos de la democracia. Claro, hasta hace un tiempo era el "único responsable" pero después de Macri, Bullrich Luro Pueyrredón y Maldonado...

¡Murió Etchecolatz!

Murió preso, en una cárcel común, quizás la democracia argentina aún pueda tener esperanza de justicia.

*Director de Reporte Sur

Coordinador de CoPLA (Comunicadores Populares Latinoamericanos)

Presidente de CiTPren (Círculo de Trabajadores de Preensa de Almirante Brown)

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