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“Acá no hubo fusilamientos ni cosas raras”

(20/03/19 - Lesa Humanidad)-.En una nueva audiencia del juicio que busca saber qué pasó con José Díaz, uno de los cuatro desaparecidos de La Tablada, le tocó el turno de hablar al responsable de tanta barbarie. 

El ex General Arrillaga (foto) amplió su declaración, envuelto en la férrea voluntad de negar lo innegable y sostener la impunidad que lo acompañó 30 años. Antes de comenzar, el tribunal le consultó si podíamos registrar su testimonio en formato audiovisual, en vivo, a lo que Arrillaga se negó.

“No voy a aceptar preguntas”, fue lo primero que dijo ante la consulta del tribunal. Y a partir de allí desplegó, durante casi dos horas, argumentos que han sido rebatidos por numerosas pruebas durante este ejemplar proceso llevado a cabo por el TOCF4 de San Martín.

La principal estrategia esgrimida por Arrillaga (y que permite anticipar cuál será la línea argumental del alegato de la defensa) fue intentar relativizar su responsabilidad en los hechos a partir del descontrol represivo que se vivió durante la “recuperación militar” del cuartel. “El combate de La Tablada se caracterizó por una gran desprolijidad”, indicó. 

Entre los factores que incidieron para que esto sucediera mencionó “la sorpresa ganada por los terroristas al iniciar el ataque”, “el accionar desprolijo de la policía”, “que esto sucedió durante la licencia del Ejército y coincidiendo con el cambio de guardia en la unidad”, “el poder de fuego de los terroristas, que se apoderaron de elementos, y que tenían armamento más moderno que el del Ejército”, y “los refuerzos heterogéneos que llegaban al cuartel, para reforzar el cerco”.

Otro de los puntos centrales con los que intentó limitar su responsabilidad en los hechos, fue sostener que  carecían de comunicaciones durante la recuperación. “Llegamos al punto crítico de la falta total de comunicaciones que impedía una conducción centralizada”, alegó. E insistió en la idea de que esto “le impedia al comandante conocer lo que estaba pasando del otro lado del cuartel” que provocó según Arrillaga “la falla de la conducción centralizada”.

Haciendo cosas raras
Sin dudas, lo que más dolió de la exposición del genocida Arrillaga fue la liviandad con que se refirió a la represión desatada en La Tablada. El discurso de impunidad de los militares genocidas volvió a escucharse en boca de este ex general ya condenado cinco veces por delitos de lesa humanidad en Mar del Plata. 

Sin más, quiso explicar “el termino aniquilar para el Ejército”, que tendría dos posibilidades: “aniquilamiento físico del adversario o quebrar su voluntad de lucha”. Según Arrillaga, que intentó convencer al tribunal de que solo sucedió esto último: “lo que sucedió, fue la rendición de La Tablada”, pero son numerosos los testimonios (y el alegato posterior de la querella así lo demostró) que dan cuenta de que el plan fue de exterminio.

Para reforzar su idea, y dejando ver su línea de pensamiento, indicó: “acá no hubo fusilamientos ni cosas raras”. Sin embargo, en su envalentonado discurso, volvió a demostrar de qué fueron capaces las fuerzas represivas y cuál era su desprecio por la vida humana. “El 23 también se consideró el ataque nocturno al Casino de Suboficiales, pensado que el fuego obligaría a las personas allí presentes, o a las alimañas, a salir. Pero la oscuridad no permitiría distinguir a terroristas de rehenes, y se desiste de esta idea”.

En su último intento de defensa, Arrillaga quiso arrastrar consigo a Raúl Alfonsín. Por eso se refirió a la visita del entonces presidente al lugar de los hechos. En su recorrida “observa a los detenidos, cómo se les da apoyo medico, a uno se le coloca suero por la deshidratación de más de 30 horas de combate, observa el trato que si bien es duro es correcto”, indicó Arrillaga. Y agregó, para intentar sostener esta línea argumental: “me queda una inquietud de pensar que si mi proceder hubiera sido errado respecto a los detenidos, y ante una novedad que afectara a ellos, el señor presidente caracterizado por ser el defensor de la democracia y el protector de los derechos humanos, hubiera reaccionado ante un acto perjudicial para los detenidos, y hubiera aplicado el máximo rigor de inmediato ante la ley”. Una argumentación que en lugar de salvarlo a él, hunde un poco más la figura pública de Alfonsín: los testimonios de los sobrevivientes, que lo escucharon ingresar al lugar donde estaban detenidos, encapuchados y maniatados, y su discurso posterior por cadena nacional (al que el exgeneral también citó) son el punto más oscuro en la trayectoria del “padre de la democracia”.

Si bien no fue un discurso de defensa política de lo actuado, la sistemática negación de los hechos y el intento por criminalizar a las víctimas, demostró el carácter reivindicativo de su discurso ante el accionar criminal perpetrado 30 años atrás. A la vez que, muy atento a sostener las pistas falsas que sembró en el pasado, intentaba reforzar una historia que ha quedado en este juicio totalmente desacreditada.

Comenzó por relatar cada muerte de los efectivos del ejército, pero sin nombrar a Esquivel, a quien indicaron durante todo este tiempo como la última persona que vio con vida a José Díaz e Iván Ruíz, dos de los desaparecidos en La Tablada. En este juicio, fueron numerosos los testimonios que demuestran que Esquivel murió mucho antes de que fueran detenidos los militantes del MTP. O casualidad, Esquivel estuvo ausente del listado de bajas que presentó Arrillaga.

“A la mañana se intima la rendición, se ve que salen los terroristas a un lugar abierto para tener la posibilidad de ser filmados” aclaró Arrillaga, con una frialdad que duele. sin negar ni ratificar que haya sido él quien realizó la intimación, como han sostenido todos los sobrevivientes. “Cuento unos 13 y una mujer herida, que va a fallecer luego, desconozco el lugar, pero será luego recogida por la Policía bonaerense en alguna parte del cuartel”, indicó en un pasaje de su discurso. Se estaba refiriendo a Berta Calvo, quien se entregó con vida pero gravemente herida. Los testimonios indican que fue luego asesinada mediante la colocación de una bolsa de plástico en su cabeza. Todo esto sucedió ante el control de Arrillaga, que en ese momento se presentó como Dios ante los detenidos desnudos y encapuchados, y aseguró ser quien definía la vida o la muerte en aquel lugar. La intención del recurrente número 13 que utilizaron los militares de altos cargos en defensa de Arrillaga (y también en defensa propia) fue ocultar que fueron 16 los detenidos, ya que luego serían desaparecidos Provenzano y Samojedny, quienes se rindieron junto al resto de sus compañeros, además de la ejecución de Calvo.

El final intentó ser apoteotico, mostró la permanente falsedad con que se mueven los genocidas, y la impunidad que buscan eternamente consolidar. Arrillaga no hizo ninguna referencia a José Díaz, el militante desaparecido por cuyo asesinato es juzgado en esta oportunidad. Ni una muestra de arrepentimiento o excusa ante un error, pura apología genocida. A diferencia de los genocidas juzgados por sus crímenes durante la dictadura, aquí Arrillaga se mostró como un defensor de la democracia. Incluso mencionó al carapintada Mohamed Alí Seineldín (otro muerto que ya no puedo contradecirlo) con la idea de que como Arrillaga habría disparado en su contra durante uno de los alzamientos, algunos comandos podrían no haber respetado su jefatura durante La Tablada. Inverosímil por donde se lo lea.

“¿Cuáles fueron mis errores?” se preguntó autocomplaciente: “¿haber sido designado general de brigada durante un gobierno institucional, haber jurado a la bandera ofreciendo nuestra vida, jurar subordinación y valor para defender la patria?”. Y culminó con una cita, otra vez con Dios de por medio: “Los hombres adoran a Dios y al soldado con el peligro delante. Cuando pasa el peligro Dios es olvidado y el soldado despreciado”. En eso tiene razón: si durante la represión en La Tablada se sintió Dios, ahora le queda bien el traje de soldado despreciado.

Fuente: Diario del Juicio por los Desaparecidos en La Tablada

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