Hace más de 10.000 años, una comunidad de nativos americanos con una conexión genética directa con la enigmática cultura Clovis sepultó a uno de los suyos en una cueva ubicada en lo que actualmente es el estado de Nevada (Estados Unidos), conocida actualmente como la Cueva del Espíritu.
Los restos momificados de este antiguo individuo no solo sobrevivieron al paso del tiempo, que ya es un hecho digno de mención, sino que, miles de años después, han jugado un papel crucial en la resolución de un conflicto legal y cultural en pleno siglo XXI, obligando a replantear la historia oficial sobre los primeros pueblos indígenas de América.
Un descubrimiento de mediados del siglo XX
Primero tenemos que remontarnos a 1940, cuando los investigadores S.M. Wheeler y Georgia N. Wheeler desenterraron un individuo momificado en un pequeño saliente cerca de la cuenca de Lahontan en Nevada.
Inicialmente, se creía que los restos tenían entre 1.500 y 2.000 años de antigüedad, pero en 1997, la datación por radiocarbono desmintió esta suposición, revelando que los restos tenían aproximadamente 10.700 años y que, por tanto, tenían al menos tres veces más edad que la momia del famoso niño faraón egipcio Tutankamón. Las pruebas de radiocarbono 14 arrojaron que el individuo y los objetos funerarios allí presentes se remontaban al 8760-8630 a.C.
De repente, aquel solitario ocupante de dicho refugio rocoso resultó formar parte del panorama más antiguo de la vida humana en América, arrebatándole el título de “momia más antigua conocida” a las embalsamadas en el ilustre y conocido Valle de los Reyes de Egipto (donde se hayan las tumbas de faraones como Seti I o Ramsés II).
¿A quién pertenece la momia?
Sin embargo, la tribu Fallon Paiute-Shoshone de la reserva, que vive a pocos kilómetros de la cueva de Nevada, reconoció los restos como de un ancestro al que llaman "El Narrador", por lo que no tardaron en exigir su repatriación bajo la Ley de Protección y Repatriación de Tumbas de Nativos Americanos (NAGPRA).
Como se creía, arqueológicamente hablando, que los primeros pobladores norteamericanos no poseían ningún tipo de vínculo con las tribus modernas, arrancó una disputa legal que parecía no tener fin.
Afortunadamente en 2018, a pesar de que las agencias gubernamentales negaron inicialmente que la tribu pudiera demostrar continuidad genealógica, los responsables de la tribu ganaron el litigio y se iniciaron los preparativos para analizar el histórico ADN de la momia.
El ADN ha sido clave
Ahora, nuevas pruebas genéticas y análisis arqueológicos han confirmado que las comunidades indígenas americanas actuales descienden de pioneros árticos y habitantes del desierto que han habitado la región desde la última Edad de Hielo, revolucionando creencias arraigadas de la prehistoria norteamericana.
No hay duda: “los resultados de las pruebas de ADN, establecen una relación genética de 11.000 años, la que une a los Paleoindios, la cultura Lovelock, y por último, a los Paiute modernos, que hoy residen cerca de la Cueva del Espíritu en Nevada”, escriben los investigadores en su estudio publicado en la revista American Antiquity.
La conclusión de la investigación confirma, por tanto, la historia de que los Fallon Paiute-Shoshone descienden directamente de aquel a quien llaman El Narrador. No se trata solo de una curiosidad arqueológica, sino que añade más de 10 milenios de legado cultural a una cronología humana ya compleja en el hemisferio occidental del planeta. Y el ADN ha servido de evidencia decisiva para ello. Los restos de la momia han sido devueltos y enterrados de nuevo según las tradiciones de dicha tribu.
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