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Dos genocidas fueron condenados en la causa Mansión Seré

(03/09/19 - Lesa Humanidad)-.Dos genocidas fueron condenados a 25 años de prisión por la justicia en la causa Mansión Seré 3. Fueron juzgados por los casos de 68 víctimas de delitos de lesa humanidad.

Los genocidas condenados
Mario Domingo Rulli, suboficial auxiliar retirado de la Fuerza Aérea. Integró la División Inteligencia de la Jefatura de la Brigada Aérea de El Palomar. Desde la Fuerza de Tareas 100 se habría desempeñado en el centro clandestino Mansión Seré.

Julio Narciso Flores, ex cabo primero de la Fuerza Aérea. Cumplió tareas de guardia en el centro clandestino Mansión Seré y participó en operativos de secuestro de personas trasladadas a ese lugar, desempeñándose en esas funciones al menos desde el 1º de octubre de 1977 y hasta abril de 1978.

Los dos fueron condenados a 25 años de prisión. El Tribunal está integrado por María Claudia Morgese Martín, Alfredo Justo Ruíz Paz y Marcelo Díaz Cabral.

El tercer acusado, Omar Elisendo Hernández, fue apartado del juicio por motivos de salud.

La causa
Se investigan delitos de lesa humanidad cometidos bajo el mando del Primer Cuerpo del Ejército en el centro clandestino de detención, tortura y exterminio “Mansión Seré”. Por testimonios de sobrevivientes, pudo establecerse que el centro clandestino funcionó al menos entre agosto de 1977 y abril de 1978, durante la última dictadura cívico-militar. 

La propiedad, que previamente fue una vivienda familiar, estaba ubicada en el predio delimitado por las calles Blas Parera, Bufano, Coronel Casacuberta y Fray Justo Santa María de Oro, en la localidad de Castelar, Partido de Morón, Provincia de Buenos Aires.

La fuga
El 24 de marzo de 1978 los detenidos-desaparecidos Guillermo Fernández, Claudio Tamburrini, Carlos García y Daniel Enrique Rossomano organizaron una fuga. 

Esto les permitió salir del centro clandestino y marcar el desmantelamiento del lugar de cautiverio por parte de los genocidas, quienes incendiaron el edificio para borrar pruebas.

Las cuatro víctimas organizaron la fuga, después de analizar sus opciones. Evaluaron horarios, herramientas y posibilidades. 

Uno de los primeros pasos fue intentar abrir una ventana con un clavo. Lo hicieron de día, para probar si hacía ruido. La abrieron y la volvieron a cerrar. 

Una lamparita quemada fue un segundo objeto para la fuga, pero antes de realizarla llegó a ser reemplazada. 

La fuga se postergó unos días. Hasta que se hizo: “esta vez sí, esta vez es ahora o nunca”, dijeron y así fue. Esperaron a la madrugada, con una cuchara que retuvieron de las comidas que recibían perforaron una frazada. Tenían las manos y los pies atados con cadenas, que pudieron sacarse. Volvieron a abrir la ventana y lograron bajar. Corrieron, se escondieron, corrieron otra vez. En los cálculos de la fuga faltó tener en cuenta la debilidad sobre los cuerpos que había producido el cautiverio. Pero lo lograron: se fugaron del centro clandestino.

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