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Malvinas, el otro lado del espejo

(02/04/20 - *Por Ana Lía Glas)-.Y entonces, Ana Irene… luego de una actitud desafiante ante la vida y el modelo de sociedad que pretenden que haga suyo, innumerables transgresiones: en lo político, en lo familiar, en las decisiones que toma sobre su propio cuerpo.
    
Tantas desilusiones amorosas… La falta de representatividad que las organizaciones revolucionarias terminaron teniendo para ella… El vínculo con ese Perón que volvió a la Argentina para dejar como legado a Isabel, López Rega, la Triple A, la muerte…
    
Luego el Golpe Militar del 76.  Compañeros y compañeras que desaparecen. El horror. La dictadura… La época de la plata dulce y el deme dos… Y la gente que viaja a Miami para comprar de todo. Esos pasan a ser los valores sustentados por la mayoría.
    
Y entonces Ana Irene… siente que  la han vencido. Aunque siga sosteniendo dentro de sí sus anhelos de juventud, cree que ya no  podrán materializarse. Algo salió mal. Todo salió mal.
    
Se ha refugiado en el mundo doméstico, en los roles tradicionales para las mujeres. Se ocupa de sus hijos, de su marido, de la casa, vive para ellos, aunque en soledad siga registrando la realidad en clave política.

Y entonces Ana Irene despierta el dos de abril  con la noticia del desembarco en las Islas Malvinas por parte de los militares genocidas .

”¡Qué locura!” .
El programa de radio que está escuchando, mientras despierta a sus hijos y les prepara el desayuno, brinda su apoyo a esta medida.

Más tarde lleva a su hija a la escuela. La Directora pronuncia un discurso triunfalista. Madres y padres manifiestan su alegría.

 “Ni que se tratara de un partido de fútbol”

 Ana Irene se siente rabiosa .Le da un beso a la niña y se va sin saludar a nadie.

 “Gente idiota” .

En esos días las mujeres tejen y recogen donaciones cual si estuvieran en el siglo pasado. Desde los sectores más acomodados se organizan eventos para recaudar fondos para la guerra. Miembros de su familia, organizan uno de estos fastuosos eventos.

Escucha a  su pequeño hijo, que aún no tiene dos años, cantando, por haberlo oído en la tele o en la radio, las Malvinas atitinas. Siente una gran impotencia.

 Y entonces Ana Irene… murmura mientras arregla la casa 

¿Qué hace esta gente ignorante e inconsciente en Plaza de Mayo dando su apoyo a la “gesta heroica”? ¿Cuál es el análisis de muchos sectores de izquierda que están apoyando la “medida patriótica”, como también lo hacen algunos exiliados?

Se publicó una trasnochada solicitada montonera ofreciendo una tregua para combatir al enemigo. Se siente sola. Es casi la única que no encuentra nada para festejar. Todo lo contrario.
    
Aunque también hubo admirables excepciones como los pronunciamientos de Osvaldo Bayer, León Rozitchner, Carlos Brocato, no los conocerá hasta décadas más tarde. 

Se siente totalmente ajena: el concepto de patria nunca la ha contenido. Lo asocia con el nacionalismo y la xenofobia, la intolerancia con los diferentes, los militares, el machismo, el nazismo. Los símbolos patrios nunca la han conmovido, nunca ha usado una escarapela a menos que fuera obligatoria en sus años de primaria. La idea de territorio no la conmueve, sí las personas que lo habitan: el respeto por sus derechos, el bienestar del que deberían gozar, la participación en la toma de decisiones a la que deberían tener acceso. Y como decía Charly García en una canción en aquellos años: “Si ellos son la patria, yo soy extranjero”.

Mientras se prepara para ir a hacer las compras con su hijo sigue murmurando 

“¿Y para qué recuperar territorios aunque los ingleses los hubieran usurpado? ¿Para expandir la dictadura? ¿Un acto de soberanía nacional por parte de un gobierno genocida que nos había quitado nuestra propia soberanía sumergiéndonos en el terror, arrebatándonos todos nuestros derechos? “

Y entonces Ana Irene…, que es periodista y está desocupada, se siente harta del exilio interior, del encierro, de las tareas domésticas . No le gusta limpiar ni cocinar y su marido no mueve un dedo. Le gustaría tener un medio de expresión para compartir sus ideas y tal vez hacer reaccionar a la gente, aunque sea a algunos. Pero no… así que sigue rumiando…

¿Cómo es que para  los argentinos, de pronto, esa soberanía posible, de la cual el pueblo fue despojado por el golpe militar, se convirtió en una roca?. Y la roca elevada a valor absoluto: la soberanía recayó sobre unas islas, las Malvinas… Soberanía milica: la empresa heroica consistía en reconquistarlas. Los argentinos rememoraron viejas glorias perdidas: las invasiones inglesas y el supuesto aceite hirviendo, las damas mendocinas tejiendo las banderas. La pasión patriotera hizo olvidar a la gente que la soberanía verdadera reside en el cuerpo colectivo, en las personas. Fue una trampa propuesta por los militares, a la cual las y los argentinos, en su mayoría, adhirieron.

Vuelve del mercadito acumulando rabia ante la actitud de festejo de las vecinas. Pero no se anima a decir nada.

Tengo que preparar las milanesas. 

Y entonces Ana Irene… su cabeza a mil

¿Para qué queremos las Malvinas? ¿Para que la victoria de la dictadura lleve a los militares asesinos a mantenerse en el poder a perpetuidad? ¿Para que se olviden los crímenes cometidos?

Luego se sabría que también cometieron crímenes aberrantes contra los propios soldados.

Y entonces Ana Irene…  lo siente como otra agresión:  Embarcaron a la gente en un hecho que desencadenaría una guerra. Una guerra que no cree justa. En realidad no cree en guerras justas… Y también se siente atacada personalmente: mucho más desde que la guerra se convierte en realidad, a partir del hundimiento del crucero General Belgrano.

En esos días habla con una vecina y ambas se atreven a decir en voz baja: “Ojalá que los ingleses ganen la guerra. Si no, vamos a tener dictadura para rato.” No era posible ni expresar, frente a aquel triunfalismo vertiginoso, que no se estaba de acuerdo con la “reconquista” ni con el triunfo de las fuerzas armadas argentinas. Y no porque se deseara el triunfo inglés, sino porque se deseaba la derrota del enemigo principal: la Junta militar. Porque el éxito del poder militar del ejército de ocupación, significaba la derrota del poder moral, político y económico del pueblo argentino.

¿No alcanza con estar padeciendo esta Dictadura asesina? ¿Ahora le han sumado un guerra loca cuyas principales víctimas serán los pibes que mandaron a pelear? ¿No les alcanzó con haber matado a mis compañeros de lucha? ¿ No alcanza con que yo deba vivir en silencio y con miedo?

El 14 de junio se produjo la rendición. 

Los Militares intentaron utilizar la guerra para limpiar sus nombres de los gravísimos hechos cometidos durante la dictadura: desaparición de personas, torturas, robos de bebés… Fieles a su idiosincrasia volvieron a cometer actos aberrantes contra los soldados conscriptos, durante los meses que duró el conflicto. 

E intentaron perpetuarse en el poder ganando una guerra que no estaban en condiciones de ganar. 

Torturar, violar: eso es lo que ustedes saben hacer, manga de asesinos. 

A los soldados que regresaron, el gobierno y la gente que les había pedido que fueran héroes les dio vuelta la cara. Se los siguió llamando “Héroes de Malvinas”. Debieron de ser llamados: “Víctimas de Malvinas”. Se hicieron películas que dieron cuenta del maltrato sufrido por los soldados, del absurdo de la guerra: Iluminados por el fuego, Los chicos de la guerra… 

Malvinas fue un crimen, como toda guerra, y una aventura criminal, según quedó demostrado en todos los procesos abiertos posteriormente. Las consecuencias de Malvinas fueron numerosas. La primera fue el rápido desmoronamiento de la dictadura genocida .

Las Fuerzas Armadas, responsables primeras pero no únicas de la guerra absurda y criminal, comenzaron un acelerado proceso de desgaste, divisiones internas y búsquedas de chivos expiatorios. Limitadas a defender con ahínco el secreto (el pacto mafioso) de las acciones aberrantes y de las desapariciones de miles de personas. “Los pobres chicos quedaron desamparados. No pudieron entender la parte que les tocó en aquel trágico suceso”.

Ana Irene lee un comunicado del ex comandante del Ejército en tiempos de Carlos Menem, el teniente general Martín Balsa: “fuimos a un conflicto para el que no estábamos preparados. Se planificó sobre dos supuestos: que Gran Bretaña no iba a reaccionar y que Estados Unidos permanecería neutral. Ninguno de lo dos supuestos se dio.”

Gente de mierda ustedes sacrificaron a sus propios hijos mándandolos a morir. ¿Piensan asumir la responsabilidad  de haberse convertido en cómplices de una guerra ofensiva, conducida por unas fuerzas armadas compuestas por asesinos, ladrones y violadores.?

Son los mismos  que los desconocieron, y miraron para otro lado, cuando volvieron derrotados y enfermos, física y psíquicamente. Aceptaron  sin conmoverse, siguiendo con su vida cotidiana, que tantos sobrevivientes se suicidaran. Eso fue lo que vivieron los combatientes al volver con los suyos: el más terrible de los abandonos. Alentados cuando los mandaron al combate e ignorados como si no existieran al volver derrotados.  Miles de sus compañeros muertos, obligados a matar por la insensibilidad criminal de los militares y de los valientes compatriotas… Como si la experiencia de dar la muerte a un ser humano o ver morir a sus pares no hubiera significado nada. ¿Podía ser de otro modo? 

¿No se dan cuenta de que no había ninguna posibilidad de vencer en esa guerra ni de recuperar ninguna isla?. Había que recuperar, previamente, nuestro propio territorio, secuestrado por un enemigo principal: las fuerzas armadas de ocupación. Un enemigo que ya había ganado. 

La guerra de Malvinas fue ese intento de pasar de lo uno a lo otro, de la “guerra sucia a la guerra limpia”; a la guerra que limpiara el genocidio. 
     
La gran manipulación orquestada desde el gobierno a través de los medios de comunicación no lo explica todo.

Ustedes tenían un deseo y una necesidad de creer. La mayoría de ustedes creyó lo que quería creer. 

Por fin la guerra se perdió, piensa Ana Irene, pero lo que ella quería era que no ganaran los militares asesinos. La reacción del pueblo la desilusionó, la enojó. Estando bajo una dictadura militar se habían dejado arrastrar dando su apoyo, donaciones, a los criminales.

Ustedes mandaron a sus propios hijos a una guerra descabellada, detrás de una idea de patria y de soberanía nacional de las que el país no gozaba. Son los mismos que negaron los crímenes de la dictadura teniéndolos delante, que disfrutó del deme dos, que más tarde apoyó a Menem en la venta del país.

Para Ana Irene siempre serán los chicos de Malvinas, incluso con actos de heroísmo en esa guerra infame. No los puede pensar como héroes, le parece hipócrita; así los llamaron muchos que no les brindaron ninguna asistencia, que fueron cómplices de las marcas indelebles que esta guerra dejó en sus cuerpos y en sus mentes. Y porque llamarlos héroes implicaría afirmar que hubo algo de heroico en esa guerra que, para Ana Irene también fue una guerra sucia. 
     
Ya es de noche. Los niños están durmiendo, se asoma a la ventana, mientras sigue preguntándose cómo pasó… necesita una respuesta ante tanto dolor. 
Entonces siente que necesita con urgencia hacer cambios en su vida.

*Socióloga, Escritora, Ex asesora de la legislatura de CABA, Militante feminista
Autora de: 
"Diversidades en primera persona. Hacia un imaginario inclusivo" en coautoría con Silvia Kurlat. Ed. del Dragón. 2013. Declarado de interés por el INADI y por la Legislatura de la CABA
"No me han vencido".Ed. Utopías. 2018. cuentos, relatos, poemas (prólogo de Dora Barrancos).

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