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Cuarenta y cinco años después comienza a ser juzgada la Triple A de Bahía Blanca

(03/08/20 - Lesa Humanidad)-.La tercera y cuarta audiencia del juicio oral por la Triple A en Bahía Blanca, cumplida de manera mixta -es decir, en forma presencial y por videoconferencia
, pudo recrear en la voz de siete testigos el clima de terror que imperaba en la ciudad y particularmente en el ámbito de la Universidad Nacional del Sur (UNS), en una de cuyas sedes fue asesinado a plena luz del día el estudiante y militante David Hover “Watu” Cilleruelo.

Tres de los testigos -la licenciada en Letras Graciela Lutzky, el contador público Alberto Manuel Rodríguez y el ex estudiante de Geología Miguel Ángel Pereyra-, todos integrantes de la Federación Universitaria del Sur y militantes de la Federación Juvenil Comunista, al igual que Cilleruelo, se hallaban en el pasillo del Ala Ingeniería de la UNS cuando Watu fue asesinado de un tiro en la nuca mientras repartía volantes entre una multitud de estudiantes que hacían cola para inscribirse en las materias, la mañana del 3 de abril de 1975.

“Íbamos a hacer una asamblea con delegados de todas las carreras” –relató Pereyra ante el Tribunal. “El pasillo y el hall de Ingeniería estaban llenos de estudiantes. Sentimos el estampido de un arma y cayó un cuerpo cerca de mí. Me acerqué y reconocí a Watu, boca abajo. Ahí vino Argibay, se inclinó hacia el cuerpo, lo dio vuelta y arrodillado, con la pistola en la mano, me apunta y me dice: ‘¡Pobrecito, se golpeó la cabeza contra la pared!’. Yo estaba tenso, no tenía un arma ni intención de agredir a nadie (porque eso no estaba en nuestra concepción política). Comenzaron a arrimarse estudiantes y Argibay entonces se retira. Alguien que estaba cerca, en el hall central, le acerca un bolso, un bolso chiquitito, de color claro. Él mete el arma ahí y se van”.

Lo que siguió fue un relato dramático de los momentos que siguieron a ese ataque contra un estudiante perpetrado por la flamante Triple A bahiense en la misma sede de la Universidad. Pereyra y Rodríguez acompañaron a Watu agonizante, con la cabeza destrozada, hasta el hospital. Después, intentaron hacer la denuncia en una comisaría de la Bonaerense, De allí los derivaron a la delegación de la Policía Federal, y allí les dijeron que “esas cosas tienen que arreglarlas en la calle” y les aconsejaron ponerse ellos mismos a salvo, ya que quienes los perseguían también tenían credenciales y autorizaciones federales. Puede imaginarse, a partir de los relatos de Alberto Manuel Rodríguez y de Miguel Ángel Pereyra, el terror reinante.

Los siete testimonios vertidos en estas audiencias (hubo un octavo testigo propuesto por videoconferencia, pero fue desistido), sirven para reconstruir, juntando las piezas de un rompecabezas, el modo como empezó a ejecutarse el terrorismo de Estado en Bahía Blanca.

La designación de Remus Tetu (un miembro de la Guardia De Hierro rumana y de la organización anticomunista “T”, que nunca pudo acreditar sus títulos académicos) como rector interventor de las universidades del Sur y del Comahue, representó el comienzo de una ofensiva selectiva y sangrienta contra la comunidad universitaria de Bahía y la región, y contra sus autoridades y referentes legítimos.

Ya a fines del ‘74 –recordaron todos los testigos- comenzaron a aparecer pintadas con la leyenda “AAA” y volantes firmados por la “Alianza Anticomunista Argentina”, arrojados desde automóviles por matones que se paseaban ostentando armas, tanto por los patios y pasillos universitarios (puesto que Remus Tetu los había contratado para el “Departamento de Seguridad”) como por las calles bahienses y por los frentes de locales de partidos políticos y sindicatos.

Poco tiempo después, la intimidación y las amenazas escalaron, hasta convertirse en ametrallamientos, atentados con explosivos y finalmente secuestros y homicidios, consumados de manera tal que infundían el miedo en el conjunto de la población.

Otro de los testigos, presentado en la tercera audiencia fue el remisero Daniel Alberto Juliá, quien hace 45 años trabajaba como barman en la boite Rancho X, a la entrada del barrio residencial de Palihue.

Juliá los vio llegar a los integrantes de la banda, repetidas noches, al bar del Rancho X, dejar en un rincón sus armas de guerra (“ametralladoras, Itakas, escopetas 16 recortadas”, apuntó) y pedirle tragos en la barra, mientras se jactaban de “ejecutar” o de “liquidar” a alguien. 

Según su relato, los miembros del grupo, capitaneados por un ex suboficial del Ejército llamado Jorge “el Moncho” Argibay, se acercaban a la barra y pedían tragos que él debía servirles como “cortesía de la casa”. Así, el testigo se enteró, por boca de los mismos  integrantes de la banda, que ellos cobraban “sueldo” no sólo de la “Universidad”, sino también de la “CGT” (ya que reportaban, desde un comienzo, al diputado nacional y dirigente de las 62 Organizaciones peronistas Rodolfo Antonio “Fito” Ponce.

Ponce había iniciado su carrera como líder del pequeño sindicato de “Recibidores de Granos” y contaba con la “caja” de la misma Junta Nacional de Granos para disponer pagos y contrataciones.

El clima de delación y vigilancia era tal –narró Juliá al Tribunal- que una vez él mismo fue advertido por comprar en un kiosco una revista “montonera” y por “simpatizar con la JP”. Cuando fue convocado para hacer el servicio militar, lo demoraron varios días a causa de supuestos antecedentes que tenía (lo que revela el trabajo de Inteligencia que había detrás de los movimientos de aquella Triple A).

“La Fiambrera”, el “Polara” y una flota oficial
En el relato de los testigos aparece repetidamente “La Fiambrera”. Así llamaban a un Fiat 125 azul oscuro y a un Dodge Polara GTX verde que estuvieron presentes en la mayoría de los homicidios y atentados de la Triple A bahiense. 

Uno de los choferes identificados de La Fiambrera –imputado en las causas que hoy se debaten en el juicio oral- es Juan Carlos “El Loco” Curzio, campeón de speedway bahiense, quien figuró en la plana salarial de la Junta Nacional de Granos antes de ser contratado para el “Departamento de Seguridad” de la Universidad Nacional del Sur. 

Curzio comparece ante el Tribunal, en estas audiencias, por videoconferencia, lo que no le impide presionar por teléfono a vecinos o familiares de las víctimas. (“Yo todo lo que hice lo hice por plata. Déjense de joder conmigo”, le habría dicho a la integrante de HIJOS María Cristina Leiva, vecina de un testigo que vive en Ingeniero White).

Además de los autos no oficiales utilizados por la Triple A de Bahía Blanca (sus marcas y modelos son una postal de la época), estaban los autos registrados de la flota de la UNS. En primer lugar, un Ford Falcon verde claro, con techo vinílico, que utilizaba el mismo rector interventor Remus Tetu, y que fue visto entrar y salir, según declararon los testigos, de distintos escenarios y/o escenas del crimen.

Poco a poco, entre 1975 y 1976, aquella flota de terror paraestatal comenzó a ser reemplazada por los conocidos Ford Falcon, tanto de color verde militar como de color verde naval, que utilizaron los servicios de Inteligencia y los grupos de tareas de la dictadura, en los años que siguieron. Un allanamiento del juez Tentoni, en 2012, permitió secuestrar 43 unidades de ese tipo que permanecían guardadas en un hangar de Punta Alta.

Hacia la quinta audiencia
Para el próximo miércoles 29 de julio ha sido programada la quinta audiencia del juicio oral y está prevista la declaración de ocho nuevos testigos.

El fiscal Pablo Fermento, quien actuó de manera presencial en las audiencias cumplidas (ya que el fiscal general Miguel Palazzani debió hacerlo por videoconferencia) cree que los testimonios aportados permitirán no sólo probar el concurso de los imputados en el homicidio de Cilleruelo, sino también que al grupo le cabe la figura penal de la asociación ilícita.

Al mismo tiempo, los relatos de los testigos echan luz en otras causas de lesa humanidad que están acumuladas, como la del delegado de la UOCRA Luis Jesús “Negrito” García, la del sacerdote salesiano Carlos Dorñak y la del contador público Carlos Alberto “Pelado” Davit. Asimismo, los testimonios agregan elementos a otras causas que se hallan en instrucción, como la del ex camarista Néstor Luis Montezanti.

A 45 años de los hechos, los mayores responsables de la creación de la Triple A bahiense –Rodolfo Ponce y Remus Tetu- ya están muertos y extinguida toda acción penal, Otro tanto pasa con el jefe operativo de la banda, el tristemente célebre Jorge “Moncho” Argibay, fallecido lo mismo que su hijo y mano derecha Pablo Argibay.

Sin embargo, permanecen vivos y juzgables Raúl Roberto Aceituno (69), Juan Carlos Curzio (75), Héctor Ángel Forcelli (71) y Osvaldo Omar Pallero (78), quienes actualmente comparecen ante el Tribunal.

Durante las audiencias, en el relato casi coral de los testigos, se reconstruye el papel que jugaron, por acción u omisión, distintas figuras e instituciones del establishment bahiense, abarcando los tres poderes del Estado y también la Iglesia, las Fuerzas Armadas, la CGT y hasta el “cuarto poder” de la prensa, representado por La Nueva Provincia.

Entre los papeles que espontáneamente los testigos leyeron o acercaron al Tribunal, en la audiencia celebrada el viernes, está un saludo de fin de año que el psicólogo Daniel Argibay, hijo de Jorge “El Moncho” Argibay, hizo llegar al periodista Diego Martínez, no hace mucho: “Hola Diego: Si tenés oportunidad, hacele llegar mis tristes condolencias y muestras de respeto a familiares y allegados de Watu. Ojalá supiera el nombre de las víctimas de las otras innumerables aberraciones cometidas por mi padre, pero vayan mis extensivos saludos a todos ellos, por su valor”.

En el juicio oral por los crímenes de la Triple A bahiense, que acaba de comenzar, esta clase de aportes a la Memoria y a la reparación de las víctimas hacen los testigos.

Juicio a la Triple A de Bahía Blanca
Tribunal Oral Federal
Roberto Amabile
Marcos Aguerrido
Pablo Díaz Lacava

Ministerio Público Fiscal
Miguel Ángel Palazzani
Pablo Fermento
QUERELLANTES
Francisco Fuster (UNS)
Mónica Fernández Avello (H.I.J.O.S.)

Defensa Oficial
Cintia Jimena Bonavento
Gustavo Marcelo Rodríguez

Imputados
Raúl Roberto Aceituno
Juan Carlos Curzio
Hector Ángel Forcelli
Osvaldo Omar Pallero

Víctimas
Luis Jesús García
David Hover Cilleruelo
Fernando Antonio Alduvino
Carlos Dorñak
María Isabel Mendivil
Carlos Alberto Davit
José Manuel González
Hugo Norberto Ardiles
Orlando Walker
Manuel Santiago García
Carlos Aníbal Nakandakare
Víctor Eduardo Oliva Troncoso
Alberto Noé Bayarsky
Hugo Vita
Mario Golberg
Nélida Ester Guiorzzo
Rodolfo Celso Gini
José Surace
Julio García
Gabriel Ganuza
Salvador Julio Trujillo
Ángel Enrique Ogues
Ovidio Oscar Ancel
Alberto Mario Pojomovsky

Por Oscar Taffetani, Telam

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