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Nuestra batalla es cultural

(29/09/20 - Opinión, Por Aníbal Rushan*)-.“Yo he visto malos que se han vuelto buenos, pero no he visto jamás un bruto volverse inteligente” Juan Domingo Perón.

La batalla cultural es, sin dudas, la madre de todas las batallas. Es evidente que estos ciclos que se repiten invariablemente en nuestro país y en la región, tienen mucha relación con cuestiones de esta índole, mucho más que por causas de variables políticas. 

Ya sea por ignorancia o por omisión maliciosa, se acuñan frases hechas o “verdades reveladas” que no tienen el mínimo asidero. No es inocente entonces que los medios de comunicación instalen temas, armados por ellos mismos, los cuales fogonean hasta el hartazgo con el único propósito de que la opinión pública los reproduzca. Una sociedad lamentablemente acostumbrada a que otros piensen lo que ellos repiten sin el mínimo análisis, más un grupo de comunicadores malintencionados, no militantes sino mercenarios, configuran una alquimia sumamente peligrosa.

Del mismo modo que una noria gira en su derrotero interminable, la historia de nuestro país pareciera emular la misma mecánica, repitiendo la constante de períodos de conquistas, seguidos de otros de dramático retroceso en materia de reivindicación de derechos de los sectores populares que, paradójicamente, son acompañados por los propios damnificados y lo más penoso aún es que en medio de una profunda zozobra, parte del pueblo asiste displicente a esas circunstancias; para ello, la maquinaria propagandística resulta substancial. 

El martilleo “pica seso” va horadando las mentes de las masas subyugadas para aceptar lo que se les ofrece, sin inquirir su contenido, los que a su vez son herramientas conscientes o inconscientes para el efecto multiplicador, colaborando con la rápida diseminación de un discurso tan siniestro que se nutre de sus víctimas y hasta las convierte en victimarios o, peor aún, en una suerte de suicidas sociales. 

Las palabras del líder cobran entonces enorme significación. Si es imposible que "un bruto se vuelva inteligente", la batalla entonces es ineludiblemente cultural y para nada sencilla. Por momentos provoca desazón; tiene el amargo sabor de la derrota. Pero es allí cuando cobran sentido otras palabras, las de una madre que tantas veces nos ha dicho que "la única batalla que se pierde es la que se abandona", o las expresadas por un gran maestro al señalar que "las utopías sirven para seguir caminando".

Algunos quieren disciplinar al soberano y por ende educarlo no es una opción, otros, en cambio, creemos en la educación como instrumento de empoderamiento, ya que un pueblo educado difícilmente puede ser disciplinado y esto no es un mero juego de palabras ni una simple verdad de perogrullo. Mentes maleables sometidas a la presión mediática a partir de mensajes ordenadores disfrazados de información, son campo propicio donde germina la semilla del dominio cultural y para ello nada mejor que la infame metodología goebbeliana de mentir hasta que algo quede grabado en el imaginario popular como una verdad irrefutable.

En los 70’, los argentinos éramos “derechos y humanos” y treinta mil hermanos desaparecieron. Eran el enemigo y el soberano disciplinado  fue cómplice. Acuñamos frases como "por algo será" o "algo habrán hecho". En los 90’, en cambio, fue la campaña anti política y abrimos las puertas a faranduleros y empresarios mezquinos para que ocuparan lugares de poder. El enemigo entonces eran los “políticos corruptos” y el soberano disciplinado gritó "¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!". Hoy el enemigo es el populismo que les ha hecho creer a los pobres que tienen derechos. La ignominia en todos los casos llega a extremos inimaginables y sin embargo el proceso disciplinario sigue dando resultados, anestesiando las conciencias de sectores populares que de este modo atentan contra sí mismo. Ante esto, el desafío que se nos plantea es dar batalla en términos de contracultura, empleando cuanto medio esté disponible con el fin de deconstruir el relato dominante con la utopía de volver inteligente al bruto.

Es nuestro turno de establecer quién es el enemigo, conscientes de que no se trata sólo de matices meramente ideológicos lo que nos enfrenta, sino intereses radicales. 

Un cambio de rumbo significa retroceso y éste trae aparejado mayor exclusión, ensanchamiento de la brecha entre los pocos que siempre se quedan con todo y los muchos para los cuales solamente hay un futuro sin esperanzas; un futuro de hambre y miseria. En síntesis, una variable de exterminio. 

La militancia activa, buscando cercanía con quienes coinciden en lo fundamental y dejando a un lado las infructuosas discusiones de formas que hacen de pequeñeces un abismo que nos divide. Ese es el punto de partida para la necesaria construcción de nuevas mayorías, lo que nos impone una cosmovisión mucho más amplia y generosa que nos permita ser inclusivos sin necesidad de bajar banderas o resignar principios.

“La organización vence al tiempo”. La unidad, organización y movilización de los sectores populares es el mejor antídoto contra la colonización y el dominio.  Lo que refuerza la acción antígena es la formación.

La educación no debe ser concebida como algo limitado al ámbito áulico o académico; debe ejercerse en las calles, en las plazas, en los locales partidarios y casa por casa. Formación ciudadana, aprender a conocer y a defender nuestros derechos, desaprender aquello que se nos impuso desde los primeros años a partir de la deformación de nuestra historia. Para ello contamos con las herramientas que nos brindan el revisionismo histórico y la literatura doctrinaria; indispensable para comprender la génesis de los movimientos transformadores surgidos alrededor del mundo, algunos de los cuales se desvirtuaron a causa de traiciones y abandono de principios por parte de sus actuales referentes. Esto es cardinal, se trata nada menos que de recuperar nuestra identidad y una de las más efectivas estrategias de dominación es privándonos de ella ya que no sólo define quienes somos sino también hacia dónde queremos ir, proveyéndonos de conciencia de clase y pertenencia. Latinoamérica fue balcanizada a fuerza de adulterar nuestra verdadera identidad; de allí surgen la xenofobia y el menosprecio a nuestras raíces, el desdén hacia nuestras lenguas originarias para venerar idiomas que no nos son propios. Lucimos con orgullo muchas veces en nuestro pecho, a través de la indumentaria banderas de potencias dominantes. Hasta nuestras festividades han sido adulteradas y el nivel de colonización es tal que olvidamos lo autóctono para celebrar San Patricio o Hallowen, evidencia palmaria de que nos despojaron de nuestra identidad. En doscientos años de historia no hemos logrado definir quiénes somos realmente, algunos señalan que bajamos de los barcos; pero la realidad es que antes de que llegaran los primeros colonizadores, estas tierras tenían dueño. Esa indefinición nos ha privado de pertenencia de patria grande y también de conciencia de clase y vale remarcar que la conciencia de clase no es un mero concepto marxista, en todo caso el marxismo logro sintetizar lo que tal conciencia implica; la falta de ella conduce indefectiblemente a una distorsiva concepción de la realidad; algo que mi abuela, dueña de una singular sabiduría popular, sentenciaba al decir que “no hay nada peor que un piojo resucitado.” La consunción de conciencia de clase deriva en actitudes tales como la de creer que cuando alcanzamos algún derecho o mejoramos un poco nuestra condición de vida, somos más que otros, menospreciando a quienes hoy están donde nosotros estuvimos ayer. Eva Perón, en Mi Mensaje, escribió: “Yo no me dejé arrancar el alma que traje de la calle, por eso no me deslumbró jamás la grandeza del poder y pude ver sus miserias. Por eso no me olvide de la miseria de mi pueblo y pude ver sus grandezas.” Eso sí es tener conciencia de clase. Quien olvida hoy de donde vino puede volver al mismo lugar mañana. Esa anomia es la que engendra piojos resucitados. 

-Un amigo que hace muchos años percibió la contradicción entre nuestra tan mentada "viveza" y las zonceras, la explicaba así: "El argentino es vivo de ojo y zonzo de temperamento", con lo que quería significar que paralelamente somos inteligentes para las cosas de corto alcance, pequeñas, individuales, y no cuando se trata de las cosas de todos, las comunes, las que hacen a la colectividad y de las cuales en definitiva resulta que sea útil o no aquella "viveza de ojo".- Arturo Jauretche (Manual de Zonceras Argentinas)

Leí en un blog algo que escribió un tal Coco del Abasto: Quieren desclasarse pero llevan la marca en el orillo; aun cuando nada digan. Cada vez recuerdo más a Jauretche con su medio pelo y zonceras... En el rioba les decíamos piojos resucitados...morfan mortadela y eructan caviar. 

Estos son los sectores susceptibles al discurso de  quienes los embaucan con falsas promesas para luego devolverlos “al lugar que pertenecen” ya que no son dignos de conquistar derechos. El populismo les hizo creer que podían acceder a una mejor calidad de vida; no es real que a un empleado medio, su sueldo medio, le servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior. Eso no es normal.

Concluiremos entonces que nuestra batalla cultural requiere de militancia; generosidad en la construcción de nuevas mayorías; formación y una clara conciencia de clase.

Es posible que el bruto finalmente nunca se vuelva inteligente, pero estaremos encaminándonos hacia la posibilidad de que no haya nuevos brutos y a poder ayudar al bruto a encausarse ya que como tal suele ser influenciable, y por favor nadie malinterprete esto como una burda maniobra de manipulación, eso lo hacen los otros, nuestra intención es protegerlo justamente de quienes lo usan como idiota útil y ofrecerle herramientas para su autodefensa. Ellos lo usan y lo arrojan cual desperdicio, nosotros lo incluimos, lo recibimos como parte de un colectivo que brega por la justicia, la libertad y la soberanía popular. 

No es tarea sencilla, ninguna batalla lo es y menos aún la cultural, pero de todas ellas estoy convencido de que es la que realmente vale la pena dar.

*Secretario Gremial de la Delegación Regional Sur del Sindicato de Prensa Bonaerense (SIPREBO)

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