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Náucratis, una colonia griega en el antiguo egipto

(22/10/22 - Arqueología)-.Desde el siglo VI a.C. floreció en el delta del Nilo una colonia griega que llegó a obtener el monopolio del comercio marítimo del Egipto faraónico. Náucratis, 'la que gobierna los barcos', atrajo a mercaderes, colonos y viajeros de todo el Mediterráneo.

Suele pensarse que la historia del Egipto helenístico empieza con la conquista del país por Alejandro Magno, en 332 a.C., y la consiguiente fundación de su nueva gran capital, Alejandría. Sin embargo, la presencia griega en tierras del Nilo era muy anterior. Ya tres siglos antes surgió en el delta oriental, concretamente en el brazo de Canopo, 72 kilómetros al sureste de la futura Alejandría, una ciudad griega que dominó durante largo tiempo el comercio internacional de Egipto. El nombre mismo del emporio expresa la importancia que tuvo: Náucratis, «la que gobierna barcos».

La fundación de Náucratis se sitúa en tiempos del faraón Psamético I (664-595 a.C.). Fue el mismo monarca quien después de emplear mercenarios griegos procedentes de la fortaleza egipcia de Daphnae para luchar contra los etíopes decidió compensarlos permitiendo a un grupo de ellos establecerse en el delta oriental. La colonia, que quizá se estableció sobre un poblado egipcio, Per-Meryt, del que hoy no se conservan apenas restos, floreció rápidamente. Bajo su nieto Psamético II, Náucratis se hizo célebre en todo el Mediterráneo, especialmente en el mundo griego, gracias a un taller de escarabeos (amuletos en forma de escarabajo) de excelente calidad, junto al pequeño templo de Afrodita, aunque muchos investigadores creen que la factoría ya estaba en funcionamiento antes de la existencia de la ciudad.

Según el historiador griego Heródoto, fue el faraón Amosis II (570-526 a.C.), descrito como «gran amigo de los griegos», quien realmente potenció la ciudad y la transformó en un emporio. Amosis entregó la colonia a una confederación de doce ciudades griegas, entre ellas Corinto, Rodas, Samos, Cnido, Egina y Mileto, y les concedió el monopolio del comercio marítimo de Egipto. El consiguiente auge comercial de Náucratis atrajo a un gran número de nuevos colonos con las profesiones más diversas –soldados, comerciantes, administradores, artesanos, marineros, escritores, filósofos...– y procedentes tanto del resto de Egipto como de Grecia, Chipre, Persia o las ciudades fenicias. Náucratis se convirtió así en uno de los centros más ricos y dinámicos de la Antigüedad.

El puerto comercial de Egipto

La base de la prosperidad de Náucratis residía en el monopolio mercantil concedido por los faraones. Como único puerto comercial del delta del Nilo, cualquier barco que navegase por el Mediterráneo con la intención de establecer relaciones comerciales con Egipto debía atracar forzosamente en Náucratis, registrarse allí y pagar las tasas correspondientes, que iban a parar a las arcas del templo de la diosa Neith en Sais, la capital de Egipto en ese momento y de la cual dependía Náucratis. De hecho, si una embarcación se adentraba accidentalmente por otra boca del Nilo estaba obligada a volver sobre sus pasos y dirigirse al puerto de Náucratis en la desembocadura del brazo canópico –que debe su nombre a la ciudad de Canopo–, y si se comprobaba que el capitán había tratado de eludir la ruta oficial podía ser castigado, e incluso se le podía prohibir atracar en otros puertos del Mediterráneo.

En los muelles de Náucratis recalaban infinidad de navíos repletos de objetos de toda clase destinados a los clientes más selectos: ánforas llenas de vino del Levante, madera de cedro del Líbano, aceite de oliva, tejidos exóticos, objetos de metal –especialmente plata–, vidrio, marfil, ébano, cerámicas de Grecia y Chipre... Del mismo modo, de Náucratis partían barcos cargados de productos egipcios de gran valor destinados a las clases pudientes de otros países, como papiros, lino, fayenza, perfume, grano, sal o pescado del Nilo.

Auge y declive de una colonia

Náucratis estuvo dividida en dos zonas: la sur, más pobre, donde al parecer se asentó la población egipcia, y la norte, mucho más rica e importante, donde se instaló la colonia griega. Es en esta segunda área donde se halla el llamado Gran Témenos, un enorme recinto sagrado en el que se alzaba un santuario dedicado al dios egipcio Amón-Re. Junto a él se levantaban numerosos templos construidos por las distintas comunidades griegas asentadas en la ciudad: el de Apolo, erigido por los milesios, y el de Zeus, por los eginenses; el de Hera, obra de los griegos de Samos, o el de Afrodita, debido a las gentes

de Quíos. Existía asimismo un santuario dedicado a los Dióscuros, Cástor y Pólux, patronos de los marineros. Y, por supuesto, estaba el Hellenion, el templo más grande y célebre, que fue edificado por nueve ciudades griegas y que tuvo la función de santuario, depósito comercial, foro de asambleas y fortaleza, además de reservarse el derecho de designar al intendente del mercado local. Por desgracia, hoy en día casi no queda nada de estos edificios.

A finales de la dinastía saíta, el poder de Náucratis se vio amenazado por la inestabilidad de Egipto, que desembocó en la conquista persa en 525 a.C. Durante la primera dominación persa, hasta 404 a.C., la ciudad se vio favorecida por la política de monarcas como Cambises y Darío I; el segundo mandó incluso reconstruir algunos de sus templos. Náucratis siguió siendo un puerto muy activo en el período posterior, como manifiesta el llamado Decreto de Náucratis, promulgado por el faraón Nectanebo I durante el primer año de su reinado (378 a.C.), en el que se fijaban los tributos que cada comerciante extranjero en el Delta debía pagar al templo de Neith en Sais. La ley fue grabada sobre una estela hallada por el arqueólogo David G. Hogarth en 1899, hoy expuesta en el Museo Egipcio de El Cairo.

En el segundo libro de sus Historias, Heródoto hace referencia a la importancia comercial de Náucratis. Busto del historiador, Museo de Nápoles.

La conquista de Egipto por Alejandro Magno y la fundación de Alejandría en 331 a.C. significaron el fin de la hegemonía y de muchos de los privilegios de Náucratis, convertida en un puerto secundario. Pese a ello, la ciudad no decayó completamente. Es significativo que Náucratis, que había sido la única ciudad egipcia del período faraónico que había acuñado su propia moneda, siguiera haciéndolo aún en época helenística. También llama la atención que el emperador Adriano, cuando fundó en Egipto la ciudad de Antinoópolis, en 130 d.C., tomara como modelo las leyes de Náucratis. Pese a ello, el antiguo emporio fue languideciendo hasta ser prácticamente abandonado y olvidado tras la invasión árabe de Egipto en el siglo VII.

Náucratis sale a la luz

Las referencias literarias a la brillante ciudad del Delta –particularmente las de Heródoto–llevaron a algunos intentos de localizar Náucratis a finales del siglo XVIII. Sin embargo, las primeras excavaciones en la zona no empezaron hasta un siglo más tarde. Entre 1884 y 1903, William Matthew Flinders Petrie, Ernest Gardner y David George Hogarth hicieron numerosos hallazgos: templos en honor de los dioses griegos, así como esculturas, cerámicas de origen griego o de imitación, estelas y amuletos, muchos con inscripciones, grafitos o sellos estampados. Dos bloques de piedra en la entrada de una casa llevaban la inscripción «la ciudad de los naucratitas», lo que permitió a Petrie identificar el lugar como Náucratis: «Casi salté cuando leí la inscripción –escribió en su diario de excavaciones–.

¡Así que esto es Náucratis!».

Después, el yacimiento fue abandonado y sufrió una creciente degradación; los campesinos usaban el adobe de algunas de sus construcciones como fertilizante de los campos. Entre 1977 y 1983, un equipo norteamericano, dirigido por William Coulson y Albert Leonard, excavó de nuevo en el lugar para localizar el antiguo brazo canópico del río. En 2012, después de que la zona fuera drenada por las autoridades, comenzó un nuevo proyecto sobre el terreno auspiciado por el Museo Británico, que desde 2003 ha estudiado los materiales griegos, especialmente la cerámica, hallados por Petrie, Gardner y Hogarth, repartidos en colecciones de más de veinte museos, y ha realizado análisis para determinar el aspecto de la ciudad y el paisaje que la rodeaba con el objetivo de interpretar la función de los canales y cursos de agua de la región. A pesar del tiempo transcurrido desde su descubrimiento, todavía quedan dudas por resolver, en particular la posición y navegabilidad del puerto, así como la configuración general del paisaje del delta occidental. Sólo resta esperar que las recientes investigaciones arrojen una nueva luz sobre el gran emporio que fue Náucratis.


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