(10/06/23 - Memoria, Verdad y Justicia)-.El sacerdote Roberto Enrique Queirolo declaró hoy ante el Tribunal Oral Federal (TOF) de La Rioja, donde relató en detalle la "persecución cotidiana", amenazas y asesinatos que sufrieron los miembros de la pastoral de monseñor Enrique Angelelli en esa provincia durante el terrorismo de Estado por ser considerados "subversivos" por "reivindicar los derechos de los más humildes".
Los miembros del tribunal José Camilo Quiroga Uriburu, Mario Martínez y Juan Carlos Raynaga llevaron a cabo pasadas las 9.30 la sexta audiencia del juicio en el que exgendarme Eduardo Abelardo Britos está imputado por la autoría intelectual del asesinato del dirigente campesino Wenceslao Pedernera y por delitos cometidos contra presos políticos detenidos en la provincia durante la última dictadura cívico militar.
"La dictadura perseguía y consideraba subversiva a la iglesia de monseñor Angelelli. El vínculo de los asesinatos fue claro y era tratar de destruir a esa iglesia que ayudaba a los pobres y reivindicaba el derecho de los más humildes", afirmó Queirolo sobre la represión dirigida contra el obispado de La Rioja.
El crimen de Pedernera -quien murió acribillado por un grupo de tareas en su casa frente a su familia el 25 de julio de 1976- se sumó a los asesinatos perpetrados en menos de un mes contra los sacerdotes Angelelli, Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, víctimas de las fuerzas represivas que comandaba el genocida Luciano Benjamín Menéndez, quien estaba al frente del III Cuerpo de Ejército con asiento en Córdoba.
"Sabíamos que el Estado estaba detrás de estos cuatro crímenes, concretamente en Chilecito fue gendarmería", sostuvo el sacerdote y lo ejemplificó recordando el relato de un gendarme que fue "herido en el pie y fue atendido por una enfermera en su casa para que no quedara evidencia de este hecho en el que tuvo que ver (Eduardo) Britos".
Queirolo contó que después del funeral de los curas de Chamical, todos los sacerdotes se reunieron y él le dijo a Angelelli: "Pelado, tendrías que irte", a lo que el obispo respondió que "el pastor no podía abandonar su rebaño en los momentos de peligro".
"Había un temor generalizado, en Chamical nadie cerraba las puertas con llave pero a partir del asesinato de los curas, trancaban las puertas y dejaron de ir varios a misa", rememoró el sacerdote.
También contó que "en la esquina de la parroquia había un retén de policías para ver quién entraba y quién salía de la Iglesia y cerca, en la casa de las hermanas, asignaron a un militar, un pobre hombre que lo pusieron para espiar el movimiento de ellas".
"Cualquier circunstancia era tomada para mal, generando historias inverosímiles. Como por ejemplo, que el obispo -que siempre usó boina- usaba 'peluca para esconderse' o una vez que les llevó una máquina de tejer a unas religiosas y decían que 'les había llevado armas'", ejemplificó Queirolo.
En esta dirección, el sacerdote remarcó que desde 1976 "se empezó a hablar de gente que 'era chupada', gente que sin razones desaparecía y no se tenía noticia de ellos".
Durante su declaración, el sacerdote de 90 años -quien fue amigo confidente de Angelelli y conoció a Pedernera- refirió que no puede entenderse lo sucedido sin tomar en cuenta la influencia que el Concilio Vaticano II tuvo en la iglesia entre 1962 y 1965 que buscaba "abrir las ventanas de la Iglesia para que entren otros aires".
"En La Rioja, Angelelli aplicó la renovación que el Concilio pedía y por eso vinieron muchos sacerdotes, seminaristas, órdenes religiosas, laicos al ver aquí la oportunidad de ser fieles a la Iglesia según ese 'aire nuevo' que trajo el Concilio", explicó Queirolo a la vez que señaló las "resistencias" que ello produjo.
Sobre la figura de Pedernera, refirió que "pudo compartir mucho junto a él" y que como católico convertido comprendió que "su misión como campesino cristiano era poner el hombro por la mejora de los campesinos a través de una cooperativa de trabajo en donde todos participaran y tuvieran acceso al producto por partes iguales".
"Wenceslao sufrió persecución por esta actividad, amenazas. Estaba con su familia en el campo de la Buena Estrella y ya había rumores de gente desaparecida. Angelelli vio que estaban expuestos y por eso dejaron el lugar y se fueron a Sañogasta donde construyeron canales de riego para cultivar la tierra", reconstruyó el sacerdote.
También declaró que días antes del asesinato de Pedernera vieron en el pueblo de Sañogasta un "vehículo desconocido con varias personas disfrazadas" que pasaba y "sobre todo vigilaba la casa de Wenceslao".
"Durante mucho tiempo quedaron en la pared de la casa de Wenceslao las marcas de la balas de la noche del asesinato. También esa noche fueron a buscar a los sacerdotes de la parroquia de Chilecito", señaló.
Finalmente Queirolo reflexionó: "Wenceslao molestaba porque buscaba que los campesinos gozaran de su trabajo y que no pasara a las manos de los dueños en sus dos terceras partes como venía ocurriendo".
Según informó la diócesis de La Rioja -querellante en esta causa- la próxima audiencia de este juicio se llevará a cabo el 23 de junio a las 9 en donde declararán el sacerdote Gonzalo Llorente y Noemí Pedernera.

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