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¡Miserables!

(25/04/20 - Opinión, Por Ariel Oliveri)-.En miles y miles de barrios de Argentina las mujeres cocinan en ollas grandes guisos flacos para llevar a las casas. Las mujeres cocinan. Siempre las mujeres. Las mujeres gordas por hambre. Las mujeres flacas por hambre. Las mujeres con pocos dientes y con canas. No hay ni dentistas ni un mango para la peluquería. Que peluquería, ni para la tintura de los quioscos. Revuelven las ollas con cucharones de madera. Ollas grandes llenas de fideos, arroz, papas, zanahorias y de vez en cuando algún pedazo de pollo perdido. Carne aparece muy cada tanto. Las mujeres cocinan en vez de quedarse en las casas.

En los barrios “no tan pobres” se arman cajas de alimentos en los comités barriales. Se les mete también arroz y fideos. Algunas latas, leche en polvo, algunas verduras. Galletitas baratas. Mucho hidrato para engordar con el hambre. Para que las panzas no aúllen. Para tapar el vacío. Muchos se juntan y rompen el aislamiento por una acción solidaria: ayudar al otro, al que necesita.

El arroz y los fideos, las latas y las leches en polvo, las papas y las zanahorias, las polentas y las galletitas baratas en su gran mayoría son donaciones. Donaciones de gente que tiene un manguito más y entonces compra para otros. Algunos comerciantes pequeños y medios también aportan lo suyo. Podría escribir cien historias de solidaridad por día. Cien.

En la casa de la multisectorial de la mujer de Mar del Plata una vecina fue al súper y compro dos bolsas y las llevó. Me contaron mi compañera y mi hijo más grande que repartiendo cajas en una casa les dijeron que no, que esta semana tenían, que la que viene recibían si necesitaban. Que muchas gracias les dijeron. Si no te conmueve este gesto no te conmueve nada. Una familia rechaza una caja de comida sin saber si la próxima semana le va a hacer falta. Pero la rechaza para que esta semana la use otro. Otros que la necesiten más dijeron.

La situación social antes de la pandemia era ya terrible. Y con el aislamiento social se agudizó. ¡Y esta bien el aislamiento eh!. Que no se interprete que hay que elegir a la economía sobre la salud. Privilegiar la salud es excelente. Totalmente de acuerdo. Ahora, eso si, para que se pueda cumplir tienen que llegar alimentos para todos. Y también tiene que haber protección para los trabajadores de la salud. Sin esas dos cosas…..no hay aislamiento que aguante.

Pero están los miserables. Busqué palabras para adjetivar a estos tipos. Y no las encuentro. Lo más cerca que puedo llamarlos es miserables. Son pocos. En esta terrible situación donde millones pasan hambre, donde millones son solidarios, donde millones se quedan sin trabajo, sin changas, sin horizontes. En esta situación única que aún no sabemos cuándo termina, que no entendemos si estamos dentro de esas películas fantásticas donde pasan cosas poco creíbles como que el mundo entero se para. En este momento se les pide por única vez un aporte mínimo de sus fortunas que vaya a saber cómo la hicieron. Una fortuna que no ganaría trabajando nadie decentemente en diez vidas. Hablamos de tipos con tanto que a mí mismo me marean los ceros. No hablamos de algún buen laburante o profesional que puede tener una linda casa, una quinta y dos o tres 4 x 4. No se asusten que no son ustedes. Los que llegan a tener millones y millones no son ustedes. Ellos no leen esto. Ni tampoco salen en los medios a decir que el impuesto a las grandes riquezas está mal. Ellos no hablan. Mandan a sus empleados. A algunos políticos y periodistas que todos sabemos quiénes son. Entonces dicen todo el día cosas como que está bien que un obrero metalúrgico cobre un treinta por ciento menos de su salario por tres meses por la pandemia, que es lógico eso, pero quien tiene fortunas increíbles no pueda pagar por única vez, en este marco, apenas un uno o un dos por ciento de esa fortuna. Y machacan tanto pero tanto (y no hoy, sino esto es de años y años), que hacen creer a muchos que es así. Y muchos laburantes se lo creen.

Miserables me salió como título para denominarlos. Me quedo corto. Recontra corto. Tan cortó que me sigo indignando al escribirlo. Voy a dejar salir mi machismo y dejar deconstruirme un segundo. Como decía Fontanarrosa hay palabras, frases o malas palabras que son irreemplazables. No queda otra. Con las disculpas del caso no son unos simples miserables. Son unos tremendos hijos de puta.

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