El ataque tuvo lugar el martes por la noche cuando un grupo de hombres armados irrumpieron en la mezquita de Charekar, la capital provincial de Parwan (este), y abrieron fuego contra los fieles.
Ocho fieles perdieron la vida y otros 12 resultaron heridos a raíz del tiroteo, dijeron fuentes locales y explicaron que los pistoleros luego huyeron de la escena.
Por ahora ningún grupo ha reivindicado la autoría del crimen, aunque se sabe que la zona se encuentra bajo la influencia del grupo insurgente Talibán.
En la misma jornada, los talibanes lanzaron un ataque contra las fuerzas de seguridad afganas en la ciudad norteña de Kunduz, matando a ocho agentes de la Policía e hiriendo a varios otros.
Un informe del Inspector General Especial de EE.UU. para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR, por sus siglas en inglés) reveló recientemente que los talibanes han intensificado sus ataques contra el Gobierno de Afganistán, después de que la Administración estadounidense firmara un acuerdo de paz con los insurgentes en febrero de 2020.
Asimismo, la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA, por sus siglas en inglés) advirtió sobre el aumento alarmante de la violencia armada contra los civiles en el país devastado por la guerra.
Según los datos de la UNAMA, los ataques talibanes causaron al menos 208 víctimas civiles en abril, un aumento del 25 % en comparación con el mismo mes de 2019.
Muchos analistas dudan de que el acuerdo de paz alcanzado por Washington y Talibán resulte fructífero teniendo en cuenta la alta tasa de inseguridad en el país asiático.
Afganistán sigue en guerra, pese a que ya han transcurrido más de 19 años del despliegue de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), comandada por EE.UU., so pretexto de erradicar al grupo Talibán y establecer la seguridad en este país.
La invasión ha dejado decenas de miles de muertos, la mayoría, niños y mujeres y ha sumido al país en una situación económica caótica.
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