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Jiroft, la antigua civilización perdida de la edad de bronce

(14/07/22 - Arqueología)-.El año 2001, miles de misteriosos objetos arqueológicos invadieron el mercado internacional de antigüedades y sorprendieron a la comunidad científica. Se trataba de vasos, copas, recipientes, tableros de juego y pesos con asas realizados en clorita –un mineral semiprecioso– o en alabastro, decorados con magníficas incrustaciones de cornalina y lapislázuli. 

También aparecieron fíbulas (broches), armas, joyas y obras maestras de cerámica. Pero lo que hacía verdaderamente únicos a estos objetos (que aparecieron en mayor número a comienzos de 2002) era la compleja simbología que decoraba su superficie: animales salvajes y domésticos como cebúes, felinos, escorpiones, aves rapaces... que luchaban entre ellos o con figuras humanas que parecían someterlos; representaciones naturalistas y bucólicas, con animales pastando en vastos palmerales, y reproducciones arquitectónicas de templos o palacios. Los pocos datos que proporcionaban los sitios de internet que vendían estas piezas, o las casas de subastas que las ofrecían a un precio muy alto, eran más bien lacónicos, como, por ejemplo, «procedentes de Asia central». 

Al principio se supuso que las piezas eran obra de expertos falsificadores, pero con el paso de los meses, y a medida que su número aumentaba, se pensó que provenían de excavaciones clandestinas de grandes dimensiones, aunque no se podía precisar su lugar exacto de procedencia. 

La policía iraní desveló el enigma a finales de 2002. Una operación coordinada llevó a la detención de varios traficantes y permitió confiscar grandes cantidades de objetos listos para ser enviados al resto del mundo desde las ciudades de Teherán, Bandar Abbas y Kermán. Se averiguó que en su mayor parte provenían de necrópolis situadas entre 28 y 50 kilómetros al sur de Jiroft, una remota y apacible ciudad del sudeste de Irán, no muy lejos del golfo Pérsico.

¿Pero cómo era posible que de repente apareciera tal cantidad de piezas arqueológicas? La explicación era tan simple como asombrosa. A principios de 2001, tras años de relativa sequía, unas terribles inundaciones provocaron el desbordamiento del río Halil; el agua erosionó sus orillas, sacando a la luz, tras milenios de olvido, los restos de una enigmática cultura. 

Los arqueólogos no advirtieron el alcance del descubrimiento hasta que se hicieron las primeras prospecciones. Para entonces, la destrucción de miles de sepulturas y el saqueo de sus tesoros había comportado una terrible pérdida de información científica. Empezó, por tanto, una carrera contrarreloj para salvar todo lo que fuera posible y arrojar algo de luz sobre el pueblo que fue capaz de realizar esas obras de arte.

La civilización del desierto que surgió del agua

A principios de 2001, tras años de relativa sequía, una inundación sacó a la luz, después de milenios de olvido, los restos de una enigmática cultura urbana en el sudeste de Irán. Los arqueólogos comenzaron entonces una carrera contrarreloj para salvar y estudiar miles de objetos decorados con una compleja simbología y un misterioso sistema de escritura. En la imagen, vista de una zona desértica en las proximidades de la ciudad de Kermán, al norte de Jiroft, lugar del descubrimiento.

Uno de los yacimientos en los que se han encontrado más restos es el de las dos colinas artificiales de Konar Sandal. Estas estructuras acogen los restos de lo que parece ser un edificio de culto y una ciudadela fortificada. En la foto, imagen de los trabajos arqueológicos que se están realizando en el yacimiento.

Una gran cultura urbana

Las excavaciones en Jiroft se iniciaron en febrero de 2003 bajo la dirección del arqueólogo iraní Youssef Madjidzadeh, y se prolongaron durante varias temporadas. Se identificó una de las necrópolis principales, llamada Mahtoutabad, de la cual procedía la mayoría de los hallazgos. 

Casi a un kilómetro y medio al oeste, dos imponentes tepe o colinas artificiales que se alzaban sobre la llanura atrajeron la atención de los investigadores. Llamadas Konar Sandal Sur y Konar Sandal Norte, distaban poco menos de dos mil metros una de otra. 

Se trataba de los restos de dos complejos arquitectónicos de notables dimensiones que custodiaban, respectivamente, un edificio de culto y una ciudadela fortificada. A sus pies, enterrados bajo metros de sedimentos, yacían los restos de edificios menores. Los dos yacimientos, pues, formaban parte de un único y vasto centro urbano que se extendía a lo largo de muchas hectáreas, a unos 28 kilómetros de la moderna localidad de Jiroft.

A partir de 2003 comenzaron las excavaciones de lo que parecía un vasto centro urbano a unos 28 kilómetros de la ciudad de Jiroft

Las conclusiones preliminares de Madjidzadeh a partir de datos aún parciales tuvieron un increíble impacto sobre la comunidad científica, y suscitaron acalorados debates y furiosas polémicas que a menudo, y de manera incomprensible, subestimaban la importancia del descubrimiento. Así lo puso de manifiesto el arqueólogo italiano Massimo Vidale, que trabajó en el yacimiento: «Mientras algunos estudiosos, dando muestras de escasa perspicacia, no perdían la ocasión de manifestar su escepticismo, salía a la luz una nueva gran civilización urbana. Las excavaciones de Konar Sandal Sur, que se encuentra rodeado por un gran complejo urbano del que aún no se conocen ni su extensión ni su historia, y de la necrópolis saqueada de Mahtoutabad van construyendo una imagen coherente de manera gradual».

En la actualidad, después de numerosas campañas de excavación en las que han intervenido diversas universidades extranjeras coordinadas por arqueólogos iraníes, el cuadro inicial se ha consolidado poco a poco, y podemos trazar una interesante panorámica. Al parecer, el centro urbano nació a finales del V milenio a.C. y se desarrolló hasta finales del III milenio a.C., lo que evidencia una comunidad muy avanzada, que tallaba con gran maestría piedras semipreciosas –calcita, clorita, obsidiana, lapislázuli– y que mantenía estrechos contactos con las lejanas ciudades de Mesopotamia, la región iraquí situada entre los ríos Tigris y Éufrates. 

Vidale explica: "Mientras que los estratos de la primera mitad del III milenio aún están por explorar, la ciudad parece 'dispararse' hacia 2500 a.C. y llenarse de casas de adobe". Además, las cuidadosas excavaciones de Konar Sandal Sur permitieron determinar que se trataba de una ciudadela rodeada por un muro monumental de ladrillo, y que contaba con diversas salas destinadas a actividades administrativas que los análisis de radiocarbono permitieron datar entre 2500 y 2200 a.C..

Objetos perdidos y recuperados

Durante dos años de excavaciones ilegales, muchos traficantes sacaron de forma clandestina miles de valiosos objetos del país. Se calcula que menos del uno por ciento ha sido recuperado. En la imagen, una trabajadora del nuevo museo de Jiroft cataloga y estudia algunos de los objetos que van apareciendo en el valle del río Halil.

Las sorpresas no habían acabado: en uno de los accesos a la ciudadela y en otro lugar situado a unos 150 metros hacia el norte se encontraron, respectivamente, un fragmento de tablilla de barro cocido y otras tres tablillas completas con textos en dos sistemas de escritura distintos. Uno era similar al llamado "elamita lineal" (una escritura utilizada en las ciudades del reino de Elam, en la frontera con Mesopotamia), mientras que el otro era de un tipo geométrico desconocido. Todo ello sugiere que la civilización de Jiroft era letrada.

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