(12/01/23 - Reportajes)-.En su análisis sobre el ataque de manifestantes bolsonaristas contra los edificios de los tres poderes del estado en Brasilia, Boaventura de Sousa Santos* subraya su preocupación porque "la derecha latinoamericana no tiene un registro democrático incondicional; al contrario, es un registro que funciona como un péndulo que va de democracia a la dictadura cuando le conviene".
El intelectual portugués observa en su entrevista con Télam que la tendencia histórica es que la derecha recurra a los sectores más radicales para ganar las elecciones "con la idea de que luego va a domesticarlos, pero resulta que termina siendo absorbida por estos sectores de extrema derecha".
En ese contexto, alerta sobre los grupos y sectores radicales, violentos; compara la situación del ataque orquestado en Brasilia, que, si bien fracasó, logró el objetivo público de "exponer una idea", y lo compara con el intento de magnicidio contra la vicepresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner.
Llaman la atención las reacciones de los dirigentes de derecha de la región. Algunos no condenaron lo que pasó mientras que otros sólo hablaron de "excesos", sin mencionar el ataque directo sobre la propia democracia.
Exactamente. La derecha latinoamericana ha tenido siempre un arma secreta: el golpe. Siempre se han servido de la democracia y no han servido a la democracia. La dictadura es un default para la derecha latinoamericana, aunque en este momento gran parte de ella se complace en estar en una situación democrática. Y en Brasil es muy claro que el gran capital financiero y los grandes periódicos han condenado de una manera inequívoca estos actos terroristas. Obviamente, algunos sectores han estado al lado de las políticas de Bolsonaro e intentan mostrar que quieren una democracia de derecha, no de izquierda, pero una democracia. Otros sectores no saben si van a necesitar de este tipo de apoyo antidemocrático para ganar elecciones en el futuro, y por eso prefieren mantener una posición ambigua. Esta es la razón de mi preocupación: la derecha latinoamericana no tiene un registro democrático incondicional; al contrario, es un registro que funciona como un péndulo que va de democracia a la dictadura cuando le conviene, y que en momentos de crisis recurre a los militares.
Pese a las similitudes e imitaciones entre los ataques al Capitolio y lo ocurrido en Brasilia, hay una diferencia importante: las instituciones, en bloque, repudiaron el ataque y se alinearon inmediatamente en defensa de la democracia.
Lo que me preocupó en Brasil particularmente, como dice, es la diferencia que hubo con Estados Unidos. Mientras el jefe del Estado Mayor de Estados Unidos le dijo a (Donald) Trump, muy claramente, que los militares defendían el estado de la democracia y la Constitución, en Brasil los militares se quedaron callados. Con un ministro de Defensa que, además, quiere tener un arreglo muy amigable con los militares en el gobierno de Lula. Pienso que, a este ministro, José Mucio Monteiro, deberían pedirle la renuncia. Ahora están todos presos. Pero los militares no liberaron los espacios, mantuvieron los campamentos (las instalaciones bolsonaristas frente a los cuarteles). Y el ministro no hizo nada para enfrentar esa actitud. O sea, me parece que estamos en una región híbrida, de demócratas, falsos demócratas y algunos antidemócratas. El futuro nos dirá si ganarán los demócratas o, bien, si triunfarán los antidemócratas con el apoyo de los falsos demócratas.
¿Es posible que los gobiernos de derecha que gobernaron en los últimos años -el macrismo en Argentina, Bolsonaro en Brasil- se enfrentaron a sus propias limitaciones y fracasos, y apuesten a la polarización y a políticas extremas si tuvieran la posibilidad de gobernar nuevamente?
Ese discurso es muy oportunista. La derecha es muy buena para destruir, es capaz de terminar muy rápidamente con todas las políticas anteriores, como ocurrió en Argentina con la gestión de la deuda y todas esas cosas. Pero construir es más difícil. Y eso no lo saben. Bolsonaro no dijo nada sobre construir políticas como alternativas sociales. Todo fue un derrumbe del Estado y la administración pública. Un buen ejemplo es el tema de las inundaciones que vienen con las tormentas, un tema muy difícil. La realidad es que en Brasil no hay plata. Bolsonaro no ha dejado nada en el presupuesto para financiar la reconstrucción. Fue totalmente irresponsable.
¿La polarización como apuesta electoral termina corriendo y naturalizando que sí sea los límites fijados por el propio accionar democrático?
En este momento, la tendencia histórica es que la derecha busca muchas veces a los sectores más radicales para ganar las elecciones, con la idea de que luego va a domesticarlos, pero resulta que termina siendo absorbida por estos sectores de extrema derecha. En España, el PP intenta aproximarse a Vox, que es un partido de extrema derecha. Pero Vox tiene la idea de que, al contrario, un día cambiarán las políticas del PP. Otro caso es el de Alemania, donde ha ganado un partido de extrema derecha, pero los de la derecha le han dicho no, con estos señores nunca vamos a hacer ningún arreglo. Pero eso no se ve en ningún otro país de Europa y tampoco en América Latina. Puede haber un partido de extrema derecha, como en Argentina, pero hay grupos y sectores radicales, violentos. No me pueden convencer de que el intento de matar a Cristina Kirchner fue algo espontáneo o la acción de un loco. No, esto no pasa de esa manera. Obviamente muchas veces fracasan. En Brasil fracasó, pero tiene una intención pública de exponer una idea. Y esta gente está alimentada por redes sociales de odio. ¿Quién paga las redes sociales? ¿Quién alimenta las redes sociales? Son grupos de extrema derecha. Realmente los grupos de la izquierda, los sectores moderados, no tienen ninguna capacidad para viralizar en las redes. Las redes están dominadas por el discurso del odio, de la negación del otro, de la violencia. Entonces estamos atrapados en un proceso de destrucción democrática. Y claro que la derecha me parece muy oportunista. No hay que confiar en la derecha para defender la democracia, esto fue una ilusión que ya tuvimos, pero estamos aquí hace mucho tiempo y ya sabemos lo que han hecho, no solamente ahí, también en Portugal, en España...
Luego de la pandemia, América Latina vive una segunda ola de gobiernos populares. Sin embargo, la reacción apareció desde el primer momento. (Gabriel) Boric fue muy golpeado en Chile; en Colombia, (Gustavo) Petro amenazado y Francia Márquez sufrió un atentado. A Cristina Kirchner no sólo la persiguieron, también la quisieron matar. Lula tuvo una serie de atentados previos hasta llegar al intento golpista. El diagnóstico parece claro. ¿Cuál debería ser la respuesta de los gobiernos populares para frenar esta ola de odio y violencia? ¿Cómo se siguen construyendo y fortaleciendo los proyectos democráticos?
Es muy difícil, lo sé. Se dice a veces que es una segunda oleada de gobiernos populares en Honduras, o con Petro, con Boric, con Alberto Fernández, con Lula, con Luis Arce en Bolivia, que por eso estamos en un proceso de una segunda oleada. Los dirigentes de la primera oleada han aprendido y han sabido que hay cosas que no se pueden repetir porque no hay condiciones, y además no han dado buen resultado. Las condiciones internacionales eran mejores desde un punto de vista económico para estos gobiernos porque era todo el desarrollo de China, que era muy grande y muy importante para Argentina y para Brasil. Crucial. En ese período China era un parceiro (socio) de los Estados Unidos, ahora es un rival. Por otro lado, se vio que la gente no está agradecida a los gobiernos populares. Si los gobiernos populares se limitan a dar un bono que financia a las familias para comprar en los supermercados los productos de siempre... la gente entra en la lógica de consumo, se ve más como consumidor que como ciudadano. Es necesario una educación ciudadana, política, pero no es política partidaria, es política ciudadana de respeto por la democracia, por los valores democráticos, que son conquistas de todos. Por otro lado, hay un cambio total, que es la parte ecológica. Muchos de estos gobiernos no tuvieron ninguna preocupación ecológica. Vemos ahora a Petro que está presentando la agenda más convincente ecológica del continente y del mundo en este momento. ¿Pero tiene condiciones para realizarla en uno de los países más violentos de América Latina, con la más alta concentración de tierra que es Colombia? Dudamos, pero de todas maneras es un intento. Pienso que estos intentos son progresistas y se inscriben en la Historia.
¿Por qué los gobiernos de derecha significaron un retroceso tan importante para la región?
Porque la derecha no sabe hacer otra cosa que transferir la renta de los más pobres y de las clases medias para los más ricos. Nada más que eso y no tener ninguna conciencia ecologista. Y los jóvenes quieren la protección del planeta. Entonces, hay condiciones favorables o desfavorables. En Brasil hubo una condición favorable muy, muy importante: Estados Unidos, en este caso, estaba del lado de la democracia. Lamentablemente en Estados Unidos, en el continente, han estado muchas veces del lado de los golpistas porque entienden que sus negocios son mejor, más protegidos, por gente de derecha o por dictadores. No propiamente por gobiernos populares. Lo que no es totalmente cierto. Bolsonaro fue realmente muy servil a los Estados Unidos. Pero Lula no había sido demasiado hostil. Había intentado, de hecho, defender los intereses nacionales de Brasil. Pero esa es otra cosa.
Estados Unidos, una de las democracias más consolidadas del Planeta, atraviesa por las mismas amenazas.
Estados Unidos tiene a Trump, una extrema derecha muy fuerte. Acabo de estar allí y es preocupante como una parte significativa de la población piensa que Biden no es un presidente legítimo porque hubo fraude electoral y que su presidente es Trump. Esta es una situación muy complicada para 2024. Entonces, Estados Unidos no va a apoyar el golpe, el intento de golpe en Brasil. ¿Por qué? Son los Estados Unidos, como en otras ocasiones, por ejemplo, en Bolivia apoyaron a los golpistas. Con Lula y su gobierno estuvimos al borde del caos, del abismo democrático, pero en este caso los Estados Unidos estaban del lado cierto de la historia de la democracia. Espero que se queden así porque vamos a tener más procesos, vamos a tener Argentina, que es un gran país que todos amamos y obviamente queremos a Estados Unidos del lado de la democracia.
Por Bernarda Llorente, Telam
*Boaventura de Sousa Santos es doctor en Sociología del derecho por la Universidad de Yale y catedrático, ya jubilado, de Sociología en la Universidad de Coímbra.
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