Últimas novedades

Alberto enunció los nuevos postulados de un nuevo Nunca Más

(10/12/19 - Gestión Fernández)-.El discurso de Alberto fue taxativo en diversos aspectos, por un lado extendió las manos a todo el espectro político nacional y por otro emitió un fuerte llamado a que Nunca Más se utilice la justicia como una herramienta política en un claro mensaje al gobierno saliente que abusó del Law Fare y anunció un paquete de leyes para reformar el sistema judicial.

Tuvieron que pasar 4 años para volver a escuchar en el Congreso de la Nación a un presidente exponiendo un discurso de claro contenido político. Con los condimentos necesarios de quien asume su mandato, con lineamientos claros y puntuales sobre su gestión, abordando temáticas que están sobre la mesa de discusión de todos los sectores de la sociedad, un porcentaje mayoritario de esa sociedad que está por encima de los números recogidos en las elecciones de octubre. 

Hay que hacer hincapié en esa característica porque de otra manera se corre el riesgo de banalizar su discurso y tomarlo como uno más de una asunción presidencial. Y claramente no fue uno más. Diría que fue único, por las circunstancias en las que asume. Pero sobre todo por quién asume y con quiénes asume.

Alberto Fernández, en cada línea de su discurso, planteó de modo descarnado un absoluto cambio de paradigma en el marco de la democracia desde 1983 hasta esta parte. No es éste un mero traspaso de mando de un presidente a otro. O la continuidad de un proyecto de gobierno como ocurrió durante los 12 años de gobiernos kirchneristas.

Cambiar un paradigma en un país al borde del abismo requiere necesariamente de política con mayúsculas y no sólo de enunciados de un programa de gobierno. Y eso quedó abiertamente expuesto en algunos de esos enunciados que están por encima de las cuestiones coyunturales y sin los cuales todo lo demás sería de imposible concreción.

El enfático "Nunca Más" de Alberto Fernández no estuvo dirigido únicamente a no repetir los errores del pasado reciente (ayer nomás, como diría Moris) sino a construir una base amplia y sólida sobre la cual reconstruir a un país con instituciones devastadas.

La justicia, el sistema de seguridad, el servicio de inteligencia, la modificación del manejo de la pauta publicitaria, los organismos a crear para resolver cuestiones de fondo y cuyo funcionamiento excederá su propio mandato presidencial, el protagonismo a las provincias, la reapertura del Congreso de la Nación tras una paralización de casi más de un año, no son cuestiones de forma sino de fondo. Y vaya fondo en las circunstancias actuales.

Alberto Fernández no sólo expuso los lineamientos generales de su gestión en áreas clave y con urgencias impostergables (el hambre, la educación, la salud, la vivienda, por mencionar sólo algunos) sino y sobre todo las bases para un nuevo país que necesariamente exige un cambio de paradigma.

La Argentina que concluyó este mediodía con su asunción no puede ni debe existir más. Pero esto no se plantea desde lo ideológico sino desde lo conceptual. El llamado del flamante presidente a derribar muros divisorios, superadores de la denominada grieta (que para quien esto escribe es inherente a cualquier sociedad) es un exacta definición del flagelo que hay que combatir de ahora en adelante.

No hay manera de construir un país nuevo y diferente sino se incentiva la posibilidad de la discusión política entre todos los sectores y actores de la sociedad. Está formulando un compromiso de una envergadura comparable al propuesto por Raul Alfonsín cuando asumió el 10 de diciembre de 1983, mientras era apuntado de cerca por las bayonetas de los militares derrotados. Un contrato social diferente al que rigió hasta ahora.

Precisamente el cambio de paradigma se cimenta sobre ese nuevo contrato social que interpela a todos los sectores de la Argentina. Los puntos fundamentales de ese contrato social que necesariamente deberá reemplazar al que existió hasta hace unas pocas horas son justamente los que le dieron énfasis a ese Nunca Más, nuevo y necesario.

La justicia deberá ser limpiada de la política berreta que la contaminó hasta ahora. Los "cuartos oscuros", los escondites de la política de baja estofa deberán ser eliminados de cuajo y sus recursos aplicados para el crecimiento verdadero del país.

El crecimiento económico que es también, y sobre todo, un crecimiento mental, madurativo, de comportamiento de toda, absolutamente toda la sociedad argentina. Y a ese desafío están llamadas a intervenir de manera especial y profunda las nuevas generaciones.

Cuando el presidente Fernández llama con firmeza a volver a tener la claridad mental y la inteligencia para volver a discutir política (no ideología, entendamos bien este concepto) todos los días, está planteando que ahí está uno de esos muros que llama a derribar. No es ningún voluntarismo ideológico ni una mera expresión de deseos. Es otro de los pilares del cambio paradigmático que plantea el nuevo presidente.

La locutora oficial, la misma que comandó los actos hasta el final del mandato de Cristina Fernández, presentó a Alberto Fernández como "el presidente de la unidad de los Argentinos". Y no es un slogan. Ahí hay otro elemento central de su propuesta para los años que se vienen.

No la unidad declamativa ni de barricada que se dice y luego se archiva. Es una unidad que excede los límites con los que entendimos hasta ahora a esa palabra. ¿Que es sino, además de federalismo práctico, descentralizar el poder central, designar capitales alternativas, meterse en el barro de los problemas de cada región del país? ¿Acaso no es ese un nuevo y más profundo llamado a la unidad?.

Esos son los conceptos que redefinen los alcances de esa palabra, tan vapuleada, bastardeada y pisoteada durante tanto tiempo. No hay manera de construir sobre lo destruido y no volver a levantar lo mismo que había antes sino se amplía el significado de esa palabra para edificar algo nuevo y mejor. "Volvimos para ser mejores" repitió Alberto hasta el cansancio. No se puede ser mejor sino se cambia primero el escenario en el cual se actúa y se ejerce el poder.

Es un desafío ciclópeo porque apunta a trabajar sobre la consciencia colectiva. A convencer a cada uno de los argentinos que no hay manera de mejorar sino se entiende primero cuáles son las herramientas para ello. Porque en definitiva, la resolución de los problemas que nos deja el macrismo, se puede concretar más temprano o más tarde. Pero el concepto fundamental del gobierno del Frente de Todos es mejorar, ser mejores, ser diferentes pero diferentes en serio. En definitiva, cambiar el paradigma de la Argentina que nos viene devorando en espiral descendente desde hace más de medio siglo.

Un trabajo que nos atraviesa a todos. Al que ninguno de nosotros le puede esquivar el lomo. Es difícil. Es complejo. Pero no es imposible. A eso nos enfrentamos todos. A partir de hoy, gobierno también somos los de abajo en el mejor de los sentidos. Sino entendemos el significado de ese compromiso, estaremos destinados a repetir los fracasos casi como la fábula de la piedra de Sísifo. Ya no hay más tiempo para la discusión o el debate sobre la nada misma.

Por eso destaco el contenido profundamente político del discurso de Alberto Fernández. Viene a gobernar haciendo política con las mejores virtudes de la política y para demostrar que no es una mala palabra. Es la herramienta indispensable para poder devolverle a la Argentina el brillo que alguna vez supo tener.

Ojalá pase. Ojalá pueda. Ojalá podamos. Lo necesitamos. Nos lo merecemos.

Por Marcelo Bartolomé

Compartir:

Publicar un comentario

 
Copyright © Diario Reporte Sur.