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45 años del operativo en la Santa Cruz: “El mar se negó a ser cómplice

(11/12/22 - Memoria, Verdad y Justicia)-.Hoy (por el 8 de diciembre) se cumplen 45 años de uno de los operativos más significativos del terrorismo de Estado de la última dictadura cívico militar eclesiástica. Entre el 8 y el 10 de diciembre del 77 un grupo de tareas de la ESMA, secuestraba a los integrantes del grupo de la “Santa Cruz”. Entre ellas a tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco, a las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon y a otrxs compañerxs. 

Astiz infiltrado. El operativo. Inteligencia criminal. El Partido de La Costa y el silencio. El “mar que se negó a ser cómplice”, y la lucha de un movimiento por los derechos humanos que sigue siendo ejemplo para el mundo.  

Madres de Plaza de Mayo

El 30 de noviembre de 1977, el terrorismo de Estado secuestró a Néstor y su mamá Azucena comenzó una búsqueda que no sólo cambiaría su vida, sino que partiría al medio a la historia de nuestro país y del mundo. Azucena, entre caminatas, búsquedas, carpetas, charlas con otras mujeres, palabras a los oídos, silencios alrededor de fusiles, se convirtió en una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. “Cuando desaparecen a Néstor, sale a buscarlo, va a las comisarías, a los cuarteles. Y ahí se da cuenta que ir cada una por su lado no tiene sentido, que tienen que ir todas juntas”, dijo hace un tiempo Cecilia, su hija. 

Comenzaron a reunirse un grupo de mujeres que buscaban a sus hijxs desaparecidxs. De a poco se fueron sumando más, y con la idea de no correr peligro con los militares revoloteando por todos lados, comenzaron a reunirse en la iglesia Santa Cruz.

El grupo de la Santa Cruz

La Iglesia Santa Cruz, ubicada en el barrio San Cristobal de la Ciudad de Buenos, comenzó a ser un lugar de encuentro entre familiares de detenidos desaparecidos para coordinar acciones de denuncia y visibilizar lo que ocurría en el país. En uno de los salones se reunían. Aquel era el lugar de refugio ante el terror de las calles que impulsaron las Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor, María Ponce de Bianco y Esther Ballestrino de Careaga, pero también lo hicieron con el propósito de poder coordinar la búsqueda, completar carpetas y poder charlar e investigar sin el temor de ser perseguidas. Se les sumaron a las Madres, Ángela Aguad, Remo Berardo, Julio Fondevila, Patricia Oviedo, Horacio Elbert, Raquel Bulit y Daniel Horan. También aportaban en las reuniones las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon, perseguidas por el terrorismo de Estado y grupos de tareas.

El operativo y el “ángel de la muerte” 

Al grupo de la Santa Cruz llegó él. Un muchacho con cara de “ángel” como solían decir. Dijo que buscaba a su hermano desaparecido, y de a poco se ganó la confianza de todo el grupo. Ese pibe, rubio, de sonrisa y agradable era un monstruo disfrazado. El genocida Alfredo Astiz, con un trabajo de inteligencia criminal, se infiltraba en el grupo. Y así fue que entre el 8 y 10 de diciembre de 1977 comenzó una cacería. El 8 de diciembre un grupo de tareas de la Esma (Escuela de mecánica de la Armada) secuestró a las Madres de Plaza de Mayo, Esther Ballerino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco, a la monja francesa Alice Domon, y a los militantes Ángela Auad, Gabriel Horene, Raquel Bulit y Patricia Oviedo en la iglesia Santa Cruz. Ese mismo día secuestraron a Remo Bernardo en su casa, y a Horacio Aníbal Elbert y José Julio Fondevila en un bar donde solían encontrarse integrantes del grupo. El plan finalizó el 10 de diciembre de 1977 con el secuestro de la Fundadora de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor y la monja francesa Léonie Duquet. Azucena había salido a comprar algo para comer y no regresó jamás. Todas las personas de la Santa Cruz fueron llevadas a la Esma, y se estima que todxs fueron víctimas de los denominados “vuelos de la muerte”.

“El mar se negó a ser cómplice”

Esa frase la dijo Norita Cortiñas para estamparla en toda la costa argentina. Allí, en la localidad de Mar del Tuyú fue la última vez que Nora vio a su hijo Gustavo, detenido y desaparecido. Fue en las Pascuas del 77. Ella, con su compañero de vida, acompañaron a Gustavo hasta la terminal de micros y lo saludaron mientras se iba, sin saber que jamás volverían a verlo. En la estación de Castelar, lo secuestró un grupo de tareas, y hasta el día de hoy se encuentra desaparecido. 

En el Partido de La Costa sucede algo complejo. Se quiere hacer creer que el terrorismo de Estado por esos pagos no pasó. La Costa se jactó durante mucho tiempo de no tener “personas desaparecidas”, sin embargo en la localidad de Mar de Ajó fueron secuestrados y desaparecidos Silvia Rosario Siscar de Salazar y Juan Miguel Satragno en el año 78. Hoy hay una baldosa en el sitio, que los recuerda y homenajea. Pero el vínculo entre la Costa y el genocidio es más profundo. El silencio es complicidad, entendimos hace muchísimos años, y así fue lo que sucedió en este lugar de mar, bosques, arena, campos y silencio. 

En dos diciembres, uno del 77 y otro del 78, a raíz de dos grandes sudestadas, el “mar se negó a ser cómplice” del terrorismo de estado. En nuestras playas aparecieron cuerpos de personas víctimas de un plan sistemático de persecución, secuestro, tortura, muerte y desaparición forzada, propiciado por la última dictadura cívico militar. Los cuerpos de estas personas llegaron a la costa luego de ser lanzados de los denominados “vuelos de la muerte”, una de las tantas atrocidades cometidas por genocidas. Los restos, con total complicidad del Estado, fueron llevados y enterrados clandestinamente como NN al Cementerio de Gral. Lavalle. Y muchos años después, como resultado de denuncias, de trabajos de investigación, de la ciencia, de una política pública de derechos humanos que continuó la lucha del movimiento, se pudo conocer las fosas comunes donde fueron enterradas. Al momento se pudieron identificar por el EEAF 20 personas de las aproximadamente 60 que se calculan. Tres de ellas fundadoras de Madres de Plaza de Mayo:

-Azucena Villaflor de De Vicenti (53 años de edad)

-Esther Ballestrino de Careaga (59 años de edad)

-María Eugenia Ponce de Bianco (53 años de edad)

Ni olvido ni perdón

La Memoria es parte de nuestra identidad. Las Madres, las Abuelas y la lucha de un pueblo por los derechos humanos nos hicieron comprender el significado de la Memoria, a defender a la Verdad y a reclamar de manera permanente Justicia. En el final del 2022, el genocida Astiz se atreve a pedir la libertad condicional. Hay decenas de represores libres, otros con domiciliaria, y algunos con beneficios que ningún preso tiene. Los juicios se demoran. Los genocidas, la iglesia, y los cómplices civiles no abren un solo archivo. El silencio vuelve a mostrar la intención del aniquilamiento que pretendieron los militares arrebatándole la vida a más de 30 mil personas, robando a 500 bebés, implantando el terror con más de 800 centros clandestinos de detención, persiguiendo, secuestrando, torturando, violando, asesinando y desapareciendo como un plan sistemático que todavía sangra, y de lo que hay mucho por luchar. Ni olvido ni perdón. Memoria, Verdad y Justicia.

Lxs integrantes de la Santa Cruz… Presentes, ahora y siempre.

Por Jorge Ezequiel Rodríguez, Sudestada

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