Más allá de no hacerse cargo de la expulsión, y de haberse generado una polémica al respecto, lo patético de la cuestión es que la dirigencia del Partido Obrero, cuyos dirigentes dicen ser de izquierda, expulsaron al veterano dirigente por criticar al presidente Mauricio Macri, neoliberal y rayano en lo más extremo de la derecha y el conservadurismo.
El hecho ocurre cuando aún está latente el decisivo rol de los sectores trostkistas en las elecciones del 2015, cuyo abstencionismo en el balotaje permitió el acceso al gobierno de la alianza neoliberal conservadora Cambiemos (por si fuera necesario la fuerza ubicada a la derecha en las elecciones).
El sector de Jorge Altamira, conformado por alrededor de setecientos cincuenta dirigentes históricos del partido como Marcelo Ramal, señaló que pretende conformar una nueva corriente interna partidaria y hacer proselitismo, pese a que, aclaran, fueron marginados de todos los cargos electivos.
En el fondo se esconde una disputa que parece plantearse entre sectores electoralistas o no, dicen algunos y sectores que aspiran a llegar al poder contra sectores que buscan garantizarse algunos cargos legislativos, señalan los otros.
Lo cierto es que mientras desde el oficialismo partidario dicen no haber echado al sector disidente, pero que "se fueron solos", desde la otra vereda señalan que "nadie puede echarlos del partido".
Ahora, la novela de la fractura parece continuar, con las elecciones presidenciales como telón de fondo y una disputa con sordina que parece esconder la disputa del poder partidario y el perfil final que el partido tenga hacia la sociedad., en medio de una caída de alrededor de dos puntos en a intención de votos respecto a la elección anterior.
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